A pesar de todas mis
reflexiones sobre la imposibilidad de seguir comprando libros indefinidamente,
acabo de completar la colección del diario El País Grandes clásicos de la novela
negra:
Dashiell
Hammett-El halcón maltés
James M.Cain – La camarera
Jim Thompson – El asesino dentro de mi
David Goodis – Disparen sobre el pianista
James M.Cain – La camarera
Jim Thompson – El asesino dentro de mi
David Goodis – Disparen sobre el pianista
Margaret
Millar – Un extraño en mi tumba
Marc H.Behm – La mirada del observador
James Hadley Chase – Eva
Marc H.Behm – La mirada del observador
James Hadley Chase – Eva
Donald E.
Westlake – Un diamante al rojo vivo
Chester
Himes – Un ciego con una pistola
Josephine Tey – La hija del tiempo
Kenneth Fearing – El gran reloj
Richard Stark – A quemarropa
C.S.Forester – Los perseguidores
Ross McDonald – El blanco móvil
Fredric Brown – El asesinato como diversión
Josephine Tey – La hija del tiempo
Kenneth Fearing – El gran reloj
Richard Stark – A quemarropa
C.S.Forester – Los perseguidores
Ross McDonald – El blanco móvil
Fredric Brown – El asesinato como diversión
Muchas de
estas novelas, más que leerlas, las hemos visto en el cine y por tanto de
momento me interesan más aquellas cuyo argumento desconozco. De
momento he leído tres: Un
diamante al rojo vivo, de Donald E. Westlake, Un
ciego con una pistola, de Chester Himes y El asesino dentro de mí, de Jim Thompson.
De la
historia del diamante debo destacar lo disparatado de la trama, que para
conseguir un diamante africano para uno de los países que se disputan
su posesión, se acomete el robo en un museo, la liberación de un preso, el
asalto a una comisaría y a un manicomio y que finalmente, termina bien para
casi todos los protagonistas. Aunque el adjetivo de “hilarante” usado en la
información promocional es un poco excesivo, se trata de una obra ligera y
entretenida.
Un ciego con una pistola es una obra
llena de un barroquismo y una sensualidad muy cercana a la los autores de color
y cuenta una serie de asesinatos en Harlem, así como una serie de movimientos reivindicativos
de sus habitantes de color, dejando al descubierto intereses totalmente ajenos
a la causa y una gran cantidad de personajes desalmados. La imagen que el
título invoca es una metáfora de esa
peligrosa explotación de las buenas intenciones.
La de Jim Thompson
es una novela obscura, en la que muchas cosas solo quedan insinuadas y donde la
mente del asesino y autor de la narración, tortuosa y obscura, oscila entre
nobles sentimientos y el más radical sadismo. Después de esta última, he tenido
que hacer un inciso y pasarme a un clásico, una novela costumbrista y burguesa
de Honoré de Balzac, editado por Ediciones Simancas en El Parnasillo, con un
formato muy bonito y papel biblia y la única pega de la pequeñez de la letra.
En ello
estoy sumida ahora, y me sumerjo en las vidas de estos jóvenes despreocupados
por todo aquello que no sea la buena ropa y la belleza de las mujeres.
Hay que
cambiar Harlem por París. Eso es la literatura.