viernes, 31 de diciembre de 2010

Fin de año lector

Acabo de terminar un libro muy discutido, El cementerio de Praga, de Umberto Eco. Es un libro inquietante, su personaje es un malvado "de libro", pero sobre todo es la materialización de sentimientos de odio a lo diferente que, desgraciadamente, son tan frecuentes entre nosotros los humanos. Este odio a lo diferente se materializa en el odio a los judíos, una tradición vergonzante en la que todos los países hemos incurrido. 
Es una novela desasosegante, por eso mismo, además de por su estructura y por un desdoblamiento de la personalidad del protagonista y ha despertado un sin fin de reacciones adversas en la Iglesia. Para muchos es un elogio del mal, pero para mi es una muestra más de la delgada línea que separa a éste del bien; a veces pienso que el mal es un asunto de medida y otras que el mal es un espejo deformado del bien...
No la considero tan buena obra como otras de Eco, pero lo mejor es que nos pone enfrente de nuestros fantasmas más temidos, solo por eso me alegro de haberla leído.
La semana pasada terminé Travesuras de niña mala, me parece una novela entretenida que refleja el dominio total que a veces se produce en las relaciones amorosas, con un amante rendido que sufre las tropelías de "la niña mala". Este dominio se mantiene en términos humanos, pero a la niña mala le toca sufrir una tiranía más brutal, la de su misterioso amante japones. Además de la propia tiranía de entender el amor como forma de obtener privilegios, que la lleva a la ruina total.
En ambos libros está el mal, como agazapado y dispuesto a saltar a la palestra. Pero sigo pensando que compensa hacer el bien, ojala se pueda transmitir esa idea en esta Noche Vieja del 2010 para todos los días del nuevo, a estrenar, 2011. Felicidad para todos

martes, 21 de diciembre de 2010

Puro azar

Puro azar es que yo exista. Se trata de una carrera que ganaron unas células y otras no, quién sabe por qué. El sentimiento de lucha continua, nuestros pensamientos más arcanos, la forma en nos movemos (aunque muchos nietos lo hagan como los abuelos que no han conocido), y hasta la actitud con la que nos enfrentamos a penas y a alegrías son fruto de una combinatoria que da este resultado, pero podía haber dado tanto otros.
Hace siglos que me digo que no entiendo a qué tanto alboroto con nuestro yo y nuestra individualidad: simplemente no entiendo de dónde viene esa conciencia de ser únicos. Conforme envejezco me convenzo más y más que esos yo que tanto amamos son un raro producto. Yo podía ser tú, y aunque muchas otra cosas nos hacen, lo primero siempre sangre y células...
En fin, que me meto en las temidas navidades con la duda atroz de si realmente ser es tener conciencia de existir o es otra cosa, ese manso existir de muchos seres. Y dejar de existir debe ser un fácil dejarse llevar muchas veces. 
Y además está el tiempo, ese misterio que deteriora las cosas y entorpece los sentidos, sin que sepamos explicarnos qué es. El símbolo del tiempo que pasa es para mi la Noche Vieja, pero no es algo amargo, más bien excitante como todos los misterios. 
Quizás esta papilla filosófica, extraña en un temperamento como el mío, propenso más a hacer y a construir, sea el fruto de dos meses demoledores que han molido mis neuronas además de mi espalda, terribles semanas de amontonamiento de trabajo y de tensión. Casi ni he leído, pero la semana pasada conseguí terminar mi eterna lectura, una novela de Paul Theraux llamada The dead hand, que además de ser considerada un thriller, tiene bastante de novela de viaje en cómo cuenta India,  y además quizá también de reflexión sobre el proceso de creación a través de la escritura. Para descansar un poco de la lectura en inglés ahora estoy leyendo Travesuras de niña mala, del reciente Nobel de literatura y me esta gustando bastante.
Pero hay muchos libros, míos y para regalar, en el cuarto donde atesoro los regalos, comprados a última hora de la tarde, tras jornadas leoninas y gracias a la ayuda de M., porque hasta para regalar, y aunque te guste tanto como a mi, hay que tener la neurona fresca. Esos libros nuevos son un estímulo para mi, un almacén de sueños por soñar; ya sean para mi o para alguien que quiero: sin duda será azar, pero este amor está en mi desde mi primer aliento.
---oooOooo---

jueves, 2 de diciembre de 2010

El territorio de la infancia

Que la infancia más que un periodo temporal es un territorio es una idea ya muy explotada y que no he inventado yo, pero que sí  me gustaría matizar.
Es un territorio físico, porque siempre está ligado a algunos escenarios, tanto habituales como extraordinarios: la playa, el cole, la o las casas; o una navidad especial...
Y también es un territorio en el sentido más abstracto, el del solar, lo que nos pertenece más allá de cualquier pertenencia material posterior: lo que somos, lo que nos define a nosotros mismos y nuestros contornos. Nuestros juegos, que empiezan a diseñar lo que seremos, nuestras alegrías y nuestros llantos.
Parte de ese territorio abstracto es reinventado más tarde, cuando ya eres mayor, creado juntando recuerdos ajenos y mentiras propias, sin darnos cuenta que ese territorio, el de verdad, está grabado en nuestra carne y en nuestra sangre.
Como es un territorio recreado, tiende a ser mejorado y depurado de lo menos hermoso, resultando al final un edulcorado cuadro: todos tenemos una infancia feliz 
Pero ¿qué ocurre con las infancias de los niños maltratados, heridos, humillados o enfermos, aquellas que es imposible rescatar o embellecer?
Pues que nos dejan adultos sin solar, sin territorio. Porque la verdadera patria es la infancia 

sábado, 20 de noviembre de 2010

Todos vigilaban a todos

La semana pasada terminé un libro de un autor islandés, Arnaldur Indridason. Se trata de una novela policíaca del detective Erlendur Sveisson, el mismo que protagoniza la novela La voz, ese hombre atormentado por la desaparición en la nieve de su hermano cuando ambos eran pequeños.
Esta novela se llama El hombre del lago y narra la aparición de un cadáver en el lago Keleifarvatn, debido a la disminución del nivel del agua a causa de filtraciones. El cuerpo presenta una herida en la cabeza y lleva atado al cuello un aparato ruso de transmisiones.
El desarrollo de la novela nos muestra a Erlendur estudiando desapariciones no resueltas, un trabajo muy acorde con su obsesión por las personas desaparecidas; de este modo comienza a investigar la desaparición del propietario de un Ford Falcón negro, uno de cuyos tapacubos se había perdido y que le  lleva a investigar aun irascible granjero encerrado en un asilo.
El detalle del aparato de transmisiones rusos, le también lleva a estudiar la pista del espionaje en la época de la guerra fría, en la que Islandia jugó un cierto papel, debido a la existencia de bases americanas.

Pero en paralelo el autor está contando la historia de Tomás, un estudiante socialista islandés que se desplazó a Leipzig becado por los socialistas alemanes para difundir sus ideas, y la de sus amigos, Emil, Karl, Hannes, de la omnipresencia de Lothar, de la aparición de Ilona en la vida Tomas, de como su influjo va convenciendo a este de que el régimen de Alemania del Este ha creado una sociedad vigilada, donde la delación es una moneda de cambio que consigue favores y prebendas.
Al final de la novela se dan cifras de las personas que realizaron labores de vigilancia para la Stasi y son realmente apabullantes. Esta tensión soterrada estalla en la novela con la desaparición de Ilona y la angustiosa búsqueda de ésta por Tomás, recorriendo instituciones sórdidas y fantasmales.
Al final, a Tomás solo le queda la imagen de Ilona sonriente junto a la estatua de Bach en la iglesia de Santo Tomás y una tristeza infinita que arrastrará hasta el fin de sus días: Ilona fue para el un abrir los ojos a una primavera posible, la que intentaron primero los húngaros sin éxito, la que luego triunfó en Praga

viernes, 5 de noviembre de 2010

Los demonios de Berlín

Últimamente me da la impresión de que no me explico bien y como eso a veces me crea algunos problemas, intento remediarlo, midiendo mis palabras algo más (soy un poco impulsiva) y tratando de explicar cosas complejas. Por eso voy a tratar de explicar por qué me ha gustado un libro que tenía bastante papeletas para que me hubiera producido un tedio tremendo. El libro se llama Los demonios de Berlín, de un autor que hasta ahora no conocía, Ignacio del Valle.
Entre los elementos que pudieran haber hecho que no me gustara están la tremenda presencia de los horrores de una guerra brutal, la 2ª Guerra Mundial, y del nazismo. Y la descripción de armas, batallas, la lucha entre las calles de Berlín, con el sufrimiento de la gente inundándolo todo... No sé si es por haber visto en casa mucha literatura militar, sobre táctica y sobre armamento, pero el tema me resulta muy árido. Lo cierto es que este autor hace que digieras las más tremebundas escaramuzas entre tanques, bombas y diverso armamento, sumergidos en la acción más trepidante
Pero es también una novela sobre la duda, contra el nihilismo y con un profundo sentido de la necesidad de una moral que busque lo mejor de los hombres, en lugar de sacar de ellos lo más obscuro y perverso. En cierto modo me recuerda las novelas de Ben Pastor y a su personaje el comandante Martín Bora, aun cuando del Valle filosofa sobre la condición humana con mayor profundidad y sus obras se desarrollan en escenarios más extremos, en este caso el Berlín en el que se termina la guerra y en el que luchan alemanes, rusos, americanos.
En toda la novela ondea un sentimiento casi religioso sobre la maldad, sobre como esta se va forjando y anegándolo todo. Creo que hay una película reciente que narra los años previos al auge del nazismo, encontrando en ellos una veta escondida de maldad que se materializó en los años del III Reich y que al parecer es sobrecogedora. La religiones tienen una idea positiva del bien y a su alrededor articulan su discurso, pero si hay algo que perdure, que tengas los adoradores más fieles y de la que estemos todos cercanos, esa es "la religión" del mal. Ese mal que en algunos momentos cruciales se respira y hace difícil resistirse y seguir sintiendo la pasión del bien.
En resumidas cuentas, se me ha abierto el apetito para leer más obras de este autor, que una entrevista al final de la edición de bolsillo recuerda a los que reniegan de los bestsellers que muchas obras clásicas fueron en su día bestsellers: entre otros y de forma muy notoria, el Quijote.

viernes, 29 de octubre de 2010

La enfermedad del olvido

Malecón, Santo Domíngo
En estos días, dejándome influir por la reciente concesión del Nobel a Mario Vargas Llosa, he buscado y leído con fruición una de sus obras últimas, que aún no había leído: La fiesta del Chivo, escrita en el año 2000.
Esta obra trata de los últimos días de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana y está narrada desde distintos puntos de vista, incluido el del propio dictador y sus familiares y el de sus asesinos o "ejecutores", así como de personajes que sirven para dar realidad a la trama literaria, como Urania y su padre "Cerebrito Cabral".
Lo primero que se te ocurre con esta novela es que, a pesar del ambiente caribeño y otras particularidades regionales, sientes enseguida la similitud con otras dictaduras más cercanas, aunque en la República Dominicana y en esta novela todo adquiere una intensidad desmesurada, desde la crueldad gratuita y retorcida a la figura del tirano, la amplificación de su poder omnímodo y del miedo que provoca.
Uno recuerda vivamente cómo era el miedo el pegamento que mantenía en pie nuestra dictadura en los últimos años, y como es siempre ese miedo, que no se sabe bien lo maligno que es hasta que no se deja de experimentar, el que atraviesa las sociedades oprimidas y las atenaza.
Además del miedo están los subterfugios, los que usa el poder para justificar sus tropelías, y los que usan los súbditos (estos no son ciudadanos) para evitar levantarse contra ellos.
Como en muchos otros casos, toda la familia del tirano se arremolina a su alrededor y constituye un caldo de cultivo de corrupción y perversión de la sociedad entera: militares, jueces, políticos...
Y eso también despierta un reflejo de maldad que se contagia a todos los comportamientos y determina las conductas más anómalas, incluso en contra de los seres más queridos y en contra de los mejores sentimientos y creencias humanas.
Dos personajes llaman quizás la atención, uno más positivamente que otro; el menos positivo es el de José René Román Fernández (Pupo), líder de la conspiración, a la que hizo fracasar con su conducta errática y claramente neurótica. La narración muestra muy angustiosa y comprensiblemente como el personaje se ve a si mismo tras el asesinato haciendo justo lo que no debería hacer y concitando sobre él las iras y terrores de un régimen rico en ellos, cómo vive los cuatro meses de torturas y cómo abraza finalmente su liberadora muerte... 
El personaje positivo (¿o quizás más humano) es Joaquín Balaguer, el presidente en funciones, que es capaz de reconducir poco a poco la situación política hacia una "democratización" o al menos a atenuar la feroz tiranía de los Trujillo. Y lo hace solo con dos  instrumentos, una inteligencia práctica con visión de largo alcance y, especialmente, una calma que consigue desarmar a sus oponentes más brutales.Tengo cierta curiosidad por saber si la persona real se parecía en algo al personaje.
Este personaje me recuerda en cierto modo a algunos artífices de nuestra transición, que derrocharon valor, sangre fría y calma para encarar las reformas necesarias. Algunos de ellos arrastraban consigo tremendas memorias de los peores años y dos de ellos acabaron sufriendo justamente el mal del olvido, el inmisericorde Alzheimer.
Pero el símbolo de la novela es Agustín Cabral, "Cerebrito", ministro, senador y hombre de bien que destruyó lo que más quería sólo por recuperar el favor del tirano. Toda una metáfora. 

lunes, 18 de octubre de 2010

Sobre adioses y holas

B. se va. Decir que hemos sido amigas, con más de 15 años de diferencia de edad, y con un trabajo duro hecho en muchos casos "a cara de perro", es decir quizás mucho. Y como ya no importa el tema de hacer o no la pelota a un jefe, por tanto es el momento de decir las cosas que uno siente, que a estas alturas del viaje tiene su mérito. 
Creo que lo ha hecho muy bien, que tiene grandes virtudes, incluyendo entre ellas algunas no muy apreciadas, como cierta tozudez que le ha permitido mantener el empeño a lo largo de cuatro años. Cuatro años bastante batallados por ella y su equipo, del que me siento orgullosa de haber formado parte. No siempre han coincidido nuestras opiniones, pero siempre ambas hemos colaborado más allá de éstas, para conseguir unos objetivos generales, mejorar el servicio a los ciudadanos, básicamente intentando poner a su alcance los tesoros que pertenecen a todos, su patrimonio.
Como todo puede y debe ser objeto de juicio crítico, para muchas personas puede que toda esta lucha por la visibilidad de los fondos se considere que ha tenido por resultado una pérdida de calidad; sinceramente yo no lo creo, pero en cualquier caso es prioritario que esté todo accesible y que nuestro servicio público no esté basado en personalismos ni en el voluntarismo.
Llevo 32 años en este trabajo, y sé que antes que ella muchos bibliotecarios honrados y corajudos han trabajado con estos mismos fines y con considerable éxito, pero creo que todos hemos de reconocer que el tiempo que le ha tocado a B. ha sido de cristalización y maduración de infinidad de innovaciones y sobre todo, de inauguración del periodo de cambio permanente. Proyectos internacionales, flujos de trabajos internos, y apertura de nuevos frentes se han visto beneficiados de su continuo afán de renovación.
Después de ella va a llegar C., una gran amiga, una cabeza bien puesta sobre los hombros y un corazón y una energía inmensa. Estoy segura que romperá la tradición española de partir de cero, porque sabe que no hay nada más nefasto que el deshacer lo ya hecho sólo porque lo ha hecho un antecesor. Coincido con ella en preferir incluso que se apunten las medallas quienes no hicieron nada: lo importante es el cumplimiento de nuestra misión, que cambia día a día, haciéndose cada vez más exigente.
Tanto con B. como con C. no sólo he trabajado mucho, sino que también me he divertido mucho, y espero poder seguir haciéndolo con ambas. Por cierto, G., ¿se van a seguir nombrando directoras técnicas en  estricto orden alfabético?
Con C. empezaremos pronto a intentar materializar temas que tenemos muy hablados, y espero que sigamos teniendo tiempo para reírnos de lo divino y lo humano, que es lo saludable. A B. espero verla, también a N., que fue el más joven asistente a una reunión de trabajo que conozco, con solo 3 o 4 días. Además tiene una tarea digna de su santa tozudez, que nos conozcan, que conozcan nuestro trabajo y nuestras lucha continua por poner a disposición de todos lo que se nos ha encargado custodiar y difundir. 
Nada más, ya solo quedan los saludos: hola, C., adiós B. 

lunes, 11 de octubre de 2010

El mucho leer

Si digo que estoy leyendo tres o cuatro libros a la vez, parezco una gran lectora, pero en realidad es justo lo contrario, soy una lectora en dique seco, es decir con crisis de lectura. Sucede a veces cuando uno vuelve de vacaciones y casi nunca cuando uno está muy liado y más cansado de lo habitual: la lectura es un refugio y un remanso de paz en el turbio vivir del estresado.
Digo bien, tengo dos libros en inglés empezados, The collected stories of Richard Yates (que incluye en primer lugar la obra sugerida por F., Eleven kinds of loniless) y The dead hand de Paul Theraux; y además uno español Rosas de piedra, de Julio Llamazares, que recorre algunas catedrales españolas y que realmente es un libro para leer a saltos, me parece a mi. Con Richard Yates me ha ocurrido que a pesar del notable interés de su narrativa, me he topado con un inglés informal, casi jerga, muy difícil para la eterna estudiante que soy de esta lengua. La novela de Paul Theraux es una policíaca ambientada en India y la leo un poco antes de dormirme, cuando ya estoy al borde del desvanecimiento total.
Pero no todos son libros inconclusos, en esto días he terminado tres. El primero de ellos, The garden party and others stories, de Catherine Mansfield, que leí hace mucho tiempo en español pero que casi no recordaba y que leído al tiempo que escuchaba el audio libro que le acompañaba. El segundo es una policíaca de un autor gallego, Domingo Villar, Ojos de agua, que me ha gustado menos que su primera novela, La playa de los ahogados; me parece a mi que en estas segundas partes está menos conseguido el ambiente y la trama de asesinatos y chantajes es más inverosímil, e incluso los rasgos del ayudante aragonés están más estereotipados.
Y Saramago: El evangelio según Jesucristo, una obra que ha despertado las iras de muchos católicos y que está llena de sentido común, de poesía y de bondad. Saramago la escribe lleno de cazurrería, de retranca y de omnisciencia: es lo que tiene el que el narrador sea dios. Muchas cosas pueden escandalizar a los más ortodoxos de éstos, entre otras los amores de María Magdalena y Jesús, o la constante presencia y la ambivalencia del diablo, que es llamado el Ángel o el Pastor; pero lo que debería horrorizarnos a todos sería el catálogo de muertes individuales y colectivas futuras que dios enumera a Jesús hacia el final de la obra.
Saramago es para mi como esos duros/tiernos hombres de izquierdas de antes, con la cruz de su dogma a cuesta, pero con cabeza, corazón y sobre todo agallas; aunque no tiene mucho que ver me recuerda a Labordeta, que se ha muerto recientemente y que para mi ha sido un hombre íntegro y honesto.
En fin, el mucho leer ya sabemos que no es garantía de nada, pero da igual, seguiré leyendo mientras la luz de mis ojos aguante.

martes, 14 de septiembre de 2010

La sabiduría romana

Ahora que está todo agostado por el duro verano extremeño, llegar a un altozano por un camino amarillo de hierba segada y bordeado de obscuros cipreses verdes y encontrar al final de éste una casa rural romana pintada de rojo pompeyano y con ocho columnas blancas ha sido para nosotros no solo una sorpresa, sino la alegría de llegar a un refugio, después de algunas noches en campings más o menos acogedores. Sobre la puerta, un mosaico con el  nombre La Quinta del Triario, y firmado por Lupi Prati (que me recuerda que fue hecho por MJ., la hermana de mi amiga C.), cerca de la casa un olivo y unas escaleras de tierra que bajan hacia una apetecible piscina.
Vista desde la piscina
Casi en última instancia decidimos probar suerte con esta casa rural, de la que me habló C. asegurándome que admitía perros. Pero claro, siempre que dicen que admiten perros se refieren a yorkshires y otras razas de bolsillo, no a perros del tamaño de Corso. 
La casa está montada como un homenaje a las fincas de recreo romanas y los números de las habitaciones van seguidas de el nombre de una legión romana (la nuestra era la X, que tiene diversos nombres, como se puede ver en la Wikipedia). Al margen de esta belicosa referencia, el resto de la casa es más pacífico, con un hermoso pórtico en el que los desayunos te reconcilian con la vida, un atrium y un peristilo, en todos ellos hay plantas y hermosas reproducciones de obras de arte romanas.
Los dueños de la casa viven en el ala izquierda de la casa y son unos magníficos anfitriones, con una presencia discreta y con una disposición a orientar a los huéspedes que les hace trazarles unas directrices para moverse por Mérida, una ciudad plagada de monumentos y de turistas y que tiene obras de arte desperdigadas por todo su suelo, integradas plenamente con la vida de la ciudad.
Entrada
En Mérida todo es ajetreo, y acudir a visitarla con dos perros (uno grande y uno chico) ha sido una temeridad gozosa: nos hemos repartido monumentos y vigilancia de perros, y los canes han estado a la altura de lo que se pedía de ellos, incluso el buscabocas de C., nuestro yorkshire. Tras esa tarea que resulta agotadora con el ardiente sol de esta tierra en estas fechas, el bañarse por turnos en la piscina o el salir por las noches al porche a ver las estrellas ha hecho nuestra estancia muy agradable y yo personalmente sueño con volver y ver pasar las estaciones por esa preciosa casa.
En Collado Mediano, el pueblo de Madrid en que vivimos, hay un yacimiento romano, el Miaccum, si no me equivoco una especie de posada, que contaba con caballerizas y termas, además de calzada romana. pero como suele ocurrir con lo más próximo, no hemos visitado el yacimiento, sino solo hemos entrevisto las piedras y el trazado de las habitaciones a través del vallado inicial. Ahora cuenta con un Centro de Interpretación cerrado, pero nuestra secular falta de tiempo ha hecho que no lo hayamos podido visitar aún.
De cualquier modo, la Quinta del Triario es más acogedora y está muy bien llevada, sin que debamos esperar encontrar una ortodoxa reproducción de una casa romana, sino más bien el estilo práctico de estos ingenieros y vividores que fueron los romanos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Ahora que ya hemos vuelto

Han pasado solo diez días desde que comenzamos la vida nómada P. y yo y los dos perros C. y C. Hemos estado en bastantes sitios y casi hemos trazado un cuadrado, de Madrid hacia el sur: comenzamos con las Lagunas de Ruidera en Ossa de Montiel en Albacete, después fuimos a Torrox en Málaga, sólo para hacer noche, y de ahí al camping de los Arcornocales, en Jimena de la Frontera, entre Cádiz y Málaga. En este parque paseamos por el río Hozgarganta, subimos al Castillo y su torre del homenaje en Jimena, y otro día subimos hacia la increíble Ronda, ciudad colgada de un escenario agreste, pero llena de belleza, ni P.ni yo la conocíamos, pero es realmente magnífica.
De ahí salimos hacia Huelva por carreteras secundarias, viendo hermosos pueblos como Algar, El Bosque o San  Miguel del Valle y gracias a las encerronas de nuestro navegador Tom Tom, pudimos disfrutar de la presa de los hurones y además padecer la falta de civismo de los excursionistas que abandonan en esos preciosos parajes sus bolsas de basuras.
Tampoco conocíamos Huelva, ni la playa de la Bota, una playa paradigmática de arena dorada, enorme anchura y mareas que depositan sus tesoros cada día; pero no hubo mucha suerte esta vez, el camping no nos gustó, ni a pesar de lo que se decía en Internet, la Playa de la Bota era el lugar apropiado para los dueños de perros, así que tras una noche de dudas y alguna deliberación, cambiamos Hervás por Mérida, en una casa rural romana llamada La quinta del Triario, de la que hablaré largo y tendido en otro post.
En este lugar hemos pasado tres noches en las que hemos vuelto a ver las estrellas y la Via Láctea y tres días en los que hemos recorrido la ciudad sembrada de historia y de obras duraderas (acueductos, termas, palestras, teatros, hermosas casas) y museos. Ha sido un re-descubrimiento, y aunque no es la ciudad ideal para recorrer con perros, P. y yo lo hemos organizado bastante bien.
No quiero olvidarme de Fregenal de la Sierra, un precioso pueblo con huellas templarias y con una hermosura especial; se trata de la tierra de origen de mi amiga C., es decir de los Lupi Prati.
En resumen, tras muchos kilómetros y muchas fotos (alrededor de 2000), guardamos una infinidad de recuerdos en nuestra retina, que duraran  mientras duremos nosotros. Mejor, quizás mañana lo olvidemos todo, pero hoy son hermosos sueños.    

martes, 7 de septiembre de 2010

Estrellas y lagunas

Lo mejor de Riduera, dice P., son las estrellas, que aquí en la estepa manchega se ven como en televisión.
Y es verdad, tanto el sábado como el domingo hemos visto la Vía Láctea, esa nube lechosa de estrellas, en el negro cielo del camping. Ese camping que ha sido una experiencia ambivalente, por un lado un camping masificado, lleno de niños amantes de los perros y con mucho ruido por las noches y con unos servicios no demasiado buenos para tanta gente; y por otra el fluir de dos arroyos, uno de ellos al lado de nuestra tienda, el canto de los pájaros y las ardillas saltando de árbol en árbol sobre nuestras cabezas. Esto, sumado a lo duro que es dormir sobre el duro suelo a partir de ciertas edades...
Igualmente ambivalente es la experiencia de las propias lagunas, se trata de un turismo muy, muy especial, entre familiar, marchoso y deportivo. La belleza de éstas no la pueden eclipsar ni los desmanes de las constructoras (muchos y muy flagrantes), ni las hordas de familias que se ubican en cualquier rincón con todos loa estigmas de la civilización (teles no hemos visto, pero casi todo lo demás, si). Yo recordaba unos días pasados con mis compañeros de INEF en la orilla opuesta a un balneario de una popular laguna (podía ser quizás La Salvadora, no lo recuerdo con exactitud) y aquello había sido una experiencia más cercana a la naturaleza, con acampada, cocinando carne y embutidos a la brasa, siempre con romero y con las tablas de windsurfing, aunque con poco viento. Recuerdo haber recorrido la laguna entera sólo con la tabla sin vela, tumbada sobre ella y remando con los brazos. También recuerdo que , como ahora, pero menos, había todas las mañanas una capa de grasa y suciedad humana, que ni entonces ni ahora impedía ser felices a los patos.
Esta vez hemos aprendido el nombre de algunas lagunas, la de El hundimiento,la Redondilla, cerca de la cual está el camping, y sobre todo, la Laguna Blanca, la última de las lagunas altas, que están menos explotadas y cuyo fondo es de una arena blanca y fina, y a la que es muy difícil acceder.
Este es otro elemento negativo de este parque, todo está muy mal indicado y los servicios son pobres y discontinuos. Las lagunas no están siendo protegidas debidamente, pero además la desinformación no está limitando las tropelías, sino más bien favoreciéndolas.
P. dice  que no ha visto más fauna que campistas  rapacesalboratodores, yo le recuerdo los patos, las  rapaces, las ardillas. Claro que las expectativas de jabalíes y aves diversas se hacía difícil este fin de semana de algarabía.
Después de éste, el lunes salimos de un camping desolado, con cierto aire decadente de fin de verano. Vamos al mar, al sur, y en la tarde del lunes me baño en Torrox en unas aguas no muy limpias, con la playa llena de madrileños o de españoles. Solo estamos de paso, vamos hacia otros lugares en busca de recuerdos, de sueños para grabar en nuestros ojos.



sábado, 28 de agosto de 2010

Otro libro de Padura, pero no de Mario Conde

Después de leer Pasado perfecto y La neblina del ayer, de Leonardo Padura, ambas protagonizadas por Mario Conde, he leído una novela algo más difícil, debido al mucho contenido histórico y político y al desencanto ideológico que rezuma, El hombre que amaba a los perros. Cuando sugerí que iba leerla, llevada por mi amor a los perros, C. me contó que trataba de Trosky y que algunos podían considerarla "contrarevolucionaría". Por tanto, sabía que trataba sobre Trosky, sobre su novelesca muerte a manos de Ramón Mercader, pero no que por ella  pasaba toda la decepción de la revolución socialista soviética, toda la historia casi del siglo XX, con Hitler arrasando a Europa y de las miles de componendas debidas al miedo y al ansia de poder.
Por otra parte, la presencia constante de los perros y de sus amantes en esta obra, es un argumento más puesto en boca de quienes dicen que amar a los perros no garantiza ser una buena persona, puesto que se trata de personajes capaces de asesinar, traicionar y engañar. La bondad o maldad de los seres humanos es difícil de medir y además no merece la pena hacerlo, pero a mí me emociona que el personaje de Ramón gaste tantos cuidados para sacrificar a su galgo Dax, enfermo de muerte.
"El hombre que amaba a los perros" en esta obra es Trosky y es su asesino, Ramón Mercader, pero también la tercera voz, la que narra en primera persona, Iván un escritor cubano frustrado, que conoce a Ramón con el nombre de Jaime López en una playa cubana con sus dos borzois (galgos rusos) y que vive atormentado por escribir la historia que va llegando a conocer por Ramón, la historia de su compromiso con un esquivo asesor soviético, de su entrenamiento deshumanizante en Moscú, de su credulidad y su fe ciega en la revolución y el partido comunista, de su historia triste de catalán eternamente añorante de la playa de Palafrugell, de republicano español traicionado por sus dirigentes y por los dirigentes mundiales, que jugaron sus cartas sin contar con el dolor y la muerte que sembraron. Y como bien dice Iván no puedes dejar de sentir compasión por él, por el falso belga Jacques Mornard, por ese personaje pequeño de un drama que afectó a millones de seres humanos y cuya hazaña le costo la vida entera y oír por siempre el terrible grito de Trosky al ser agredido.
Compasión que también sientes por Trosky, quizás porque aunque se habla de soslayo de los errores y desmanes cometidos cuando estuvo en el poder, cuando aparece en esta novela ya es un exiliado irreductible, inasequible al desaliento, cuya familia entera fue purgada de manera más o menos explícita, y al que vemos pasear por países que lo reciben de forma forzada y arrastrar a su mujer Natalia Sedova por el mundo y a veces algún perro, en Turquia un borzoi, en México un perro callejero, recogido por su nieto Sieva 
Es una novela que habla de la perversión de las ideologías, concretamente de la ideas revolucionarias socialistas y comunistas, pero no considero que sea partidista, hablar de las purgas de Stalin es ya posible, desaparecido el miedo que sembró en la primera mitad del siglo pasado. 
Con el paso del tiempo no tengo más claras las ideas, yo diría que al contrario, pero creo que creer en la igualdad de los seres humanos y en la igualdad de oportunidades podrá ser ingenuo, pero es una buena idea directora. Y no sé si es muy contradictorio, también creer en la libertad, en la posibilidad de luchar por la felicidad individual y colectiva.
Mucha historia en esta novela, y aunque a veces se hace dura de leer, es interesante conocer a personajes como Silvia Agelov, de quien se valió Ramón Mercader para acceder a Trosky, parecería un personaje de Woody Allen (personificado por Mía Farrow) si no fuera por que fue real, como Mercedes del Río Mercader, madre de Ramón y personaje esquivo por demás. Mucha historia reciente, con opiniones encontradas aún, y con noticias de hemeroteca (El País, 1978).
Pero de todos los personajes me quedo con Iván, con ese personaje sin suerte que no llega a escribir la obra que le ha salido al encuentro y que toda su vida se la pasa luchando por el día a día, con esa clínica veterinaria creada a base de colaboración de sus vecinos y de milagros cotidianos. Es un ejemplo de que el siglo revuelto ha dado frutos más hermosos que revoluciones fallidas y hombres empuñando piolets contra otros hombres. Hace soñar en que todavía son posibles las utopías para la gente sin suerte.  

miércoles, 18 de agosto de 2010

Y Cádiz...

Ya terminé la novela El asedio, 723 páginas de lectura apasionada, con intriga criminal, hechos más o menos históricos y romance. Y Cádiz.
Cádiz como escenario físico, con plano detallado en la contracubierta y con su luz y su gente, su historia y su sociología. Cádiz comercial, sitiado por los franceses, Cádiz marinero, vuelto siempre hacia el Atlántico y con vocabulario náutico a flor de piel. Aunque la trama de los crímenes esté basada en presupuestos científicos no muy creíbles, aunque abunden algo más de lo debido tópicos sobre como veían a los españoles los franceses, y alguno también sobre el enfrentamiento entre liberales y serviles, en general la novela es hermosa (o así la he sentido yo) porque contiene algo del carácter burgués de la ciudad, de su talante comercial, educado y tolerante,  que hace de esta una de las ciudades más abiertas de Andalucía.
Algo de historia de la gestión de la constitución de 1812 y algo de la guerra, de la llamada guerra de la Independencia contra los franceses, mucha topografía de la zona: Chiclana, Sancti Petri, etc. Y un romance un tanto estereotipado entre un capitán corsario, Pepe Lobo, y una señorita educada y ejecutiva Lolita Palma. En esta historia se ve un poco que Arturo Pérez Reverte considera a las mujeres un poco brujas y egoístas; o quizás a la gente rica, dispuesta a conseguir sus objetivos a cualquier precio.  
De cualquier modo, a pesar de todo es una novela que no está mal, hay que leerla y luego criticarla. Y mientras se lee te sientes en Cádiz, bajo su luz tan especial, frente al mar

sábado, 14 de agosto de 2010

La usuaria novata


Hace más 30 años que trabajo en bibliotecas, pero como usuaria soy bastante novata; me recuerdo como usuaria en la biblioteca de Ibiza, leyendo volúmenes de Tíntín y luego en Málaga, en la biblioteca de la Facultad de letras, en el colegio de San Agustín. También en el colegio en Ibiza teníamos una biblioteca de aula y allí hice mis pinitos de usuaria.
Hace unas dos semanas me he sacado el carnet de Bibliometro y llevo ya leídas dos obras, El tercer Reich de Roberto Bolaño y Ordeno y mando de Amelie Nothomb, y ayer conseguí pedir en préstamo El asedio de Arturo Pérez-Reverte. Me gusta comprar libros, pero empiezan a no caber en mi casa, que es bastante grande y además no tiene mucho sentido, puesto que jamás releo y aunque P. si lo hace, sólo relee determinadas obras.
Me hace ilusión ser usuaria de bibliotecas y pedir préstamo de libros, incluida la incertidumbre de si está disponible la obra previamente elegida, y el que el libro finalmente obtenido no responda del todo a las expectativas, como ha ocurrido con el de Bolaño, el mas flojito de los que he elido de él, y el de Nothomb, que igualmente sólo me ha gustado por el sarcasmo habitual de su autora, pero cuyo argumento es un poco forzado. 
El de Bolaño tiene un mérito especial, narrar la vida en un pueblo costero turístico, y retomar el tema de los sudamericanos subempleados en España, aunque de un modo marginal. En alguna otra obra suya, los vigilantes jurados son sudamericanos, en esta el Quemado es un extraño personaje, que duerme debajo de la montaña de monopatines que alquila de día y se aficiona a los wargames de la mano del protagonista de la novela, Udo Berger.
He empezado El asedio con la pasión de quien empieza una novela de más 700 páginas y con el recuerdo reciente de mi visita a Cádiz y a la Torre Tavira. El principio es bueno, aunque todavía no he entrado  a fondo en harina.
Mi suegra A., de 81 años, dice que a ella le gustaba leer, pero que en donde ella vivía en Madrid, nunca supo que hubiera bibliotecas. Me choca, porque las bibliotecas de Madrid comenzaron a desarrollarse bastante pronto, a principios del siglo pasado. Pero seguro que no eran tantas ni estaban tan visibles como hoy día y eso privó a A. y a muchas personas más de la felicidad y el placer de leer.
Por eso yo disfruto tanto de la pasión lectora, porque sé que no siempre fue tan fácil leer.

domingo, 1 de agosto de 2010

Despedidas de nuestros perros y gatos

D. se murió el jueves y aunque no es mi perro, es el de mi hermana, le conocía y le quería. Por otra parte, siempre que se me ha muerto un animal de compañía le he escrito una despedida, quizás por que ellos no tienen funerales. No se muy bien si deben o no tenerlos, solo sé que me producía cierta desazón  no contar lo que significaron para nosotros, aun a riesgo de que me consideren ridícula. Por eso, allá por el 2000 o 2001, le escribí a mi gata Misa un soneto para rendir cuenta de los 16 años que vivimos juntas, aquí os lo dejo:


Para Misa, mi gata gris




Misterio que apenas pesa,
eterna sombra nuestra
Pisando levemente
entre el cielo y la tierra

De exacto y acerado movimiento,
primero tierna espuma gris
después perfecta felina máquina,
tu raíz verdadera fue de tiempo

Tu escueto silencio te devuelve
a la sombra con la que te fundes,
dormida entre las flores y la nubes

Que tengas sol y hierba, amiga vieja
que te sonrían los astros y los vientos
en el lugar donde se nutre tu ausencia


Para D., cuando me enteré que empezaba su cuenta atrás le escribí esta prosa en mi libretita Moleskine:

"D. se muere. No sé si los animales tienen alma, a veces dudo incluso que las personas la tengamos, pero se hace duro despedirse de ellos, de nuestros perros y gatos, de su manera sencilla de estar con nosotros. Viven poco, y a veces ese es el argumento que nos hace prescindir de ellos: casi cuando nacen hay que prepararse ya para el adiós.
Pero en su vida corta nos dan aquello que más necesitamos, su amor, sin darse cuenta y sin pedir nada a cambio"
Para L.y A,. D, siempre será ese montón de pelo cariñoso que les recibía como nadie. Te recordaremos, D.

sábado, 31 de julio de 2010

Vivir en los libros

"¡Ojalá siempre fuese verano!", dijo hace poco I. en Facebook. Es verdad, en verano todo (crisis, trabajo, problemas de salud), se debilita un poco frente a la savia del sol y de la luz. Se hace más fácil la vida, incluso si tu vida no es fácil. Mi madre decía que el verano es más barato: se come, se viste, se vive más económicamente.  Y se es más feliz, aunque decir esto sea una tremenda generalización, porque también se enferma, se muere y se sufre en verano.
Este no es un buen verano para nosotros, a mi alrededor hay bastante enfermedad y alguna pena, pero aún así, la luz de estos meses hace todo más soportable. El calor, ese tan odiado por algunos, es para mi un mal menor, y además tiene una buena consecuencia, la reducción de las jornadas laborales, esas largas jornadas que hacemos en este país y que solo demuestra nuestra incapacidad de organizar mejor las cosas. De esa reducción y de mis trayectos en tren se nutren mis muchas lecturas veraniegas.
Hace ya cinco libros que no escribo ningún post: La catedral del mar, Rapsodia Gourmet, Ulises from Bagdad, Hablaré cuando esté muerto y La neblina del ayer. En todos esos libros, aunque alguno no me ha gustado demasiado, querría sumergirme (con todas las garantías de regreso en algún caso) en algún retazo de sus historias.
En la obra de Idefonso Falcones, a pesar de la exagerada exaltación del nacimiento de la ciudad barcelonesa, me gustaría vivir un vía fora como los que narra el autor y además, disfrutar de la luz pasando a través de las vidrieras de la catedral de Santa María del Mar.
De la segunda obra de Muriel Barbery, Rapsodia Gourmet, me gusta el deambular del moribundo protagonista por los sabores de su vida, de los más refinados a los más primordiales, y le añadiría el sabor de un tomate con sal tomado en Churriana, cuya textura no sé describir como Muriel pero su mítico sabor me ha acompañado durante casí cuarenta años. No me ha gustado esta obra tanto como La elegancia del erizo, pero como dice mi amiga M.C., es muy difícil describir los sabores y la autora lo hace soberbiamente.
Ulises from Bagdad es una obra magnífica de Eric Emmanuel Schmitt, el autor de El señor Ibrahim y las flores del Corán. Este último me regalaron J. y N. y desde entonces he buscado siempre traducciones al español, pero hasta ahora no encontraba sus obras ni traducidas ni sin traducir. En esta novela es difícil querer verse protagonizándola, porque narra cosas terribles sobre los inmigrantes ilegales que tratan de llegar a Europa desde Asia y Africa. Me parece que es el autor el que habla de este fenómeno de la inmigración ilegal como de la nueva esclavitud y está muy acertado, porque realmente este fenómeno está resucitando pesadillas antiguas. Toda la obra es dura, pero está llena de un humor sarcástico, y es ahí es donde yo me querría incorporar, en ese uso del sarcasmo como tabla de salvación.
La cuarta obra es otra novela policíaca nórdica, Hablaré cuando esté muerto, de Anna Jansson, entretenida y bien urdida, y en ella el lugar que querría ocupar es el de esa anciana lúcida al comienzo de su decrepitud, Frida Norrby, aliándose con un pre-psicópata para resolver antiguos enigmas, la relación entre ellos es muy curiosa.
Y al final, La Habana de los años 50 de la novela de Leonardo Padura La neblina del ayer, en donde su protagonista el ex policía Mario Conde cae en las redes de una cantante de boleros ya muerta, Violeta del Río, y va desvelando una trama mejor resuelta que la de Pasado Perfecto, la otra novela que leí de este autor, muy bien escrita pero no muy bien resuelta (M., quizás por eso no te gustó mucho). Es curioso que Mario Conde resuelve mejor los casos cuando ya no es policía.
Aquí Padura se luce, y vives la pasión de esa magnífica biblioteca de la familia Montes de Oca, y sobre todo la de Catalina Bastarranechea, o Lina Ojos Bellos o, mejor aún, Violeta del Río, como la bautizó Alcides Montes de Oca,  la mujer que canta boleros en los cabarets de La Habana con voz de hambre y cuya muerte misteriosa persigue a Mario.
La Habana siempre ha sido un lugar para soñar para mi, primero con Tres tristes tigres, una novela que en mi juventud se convirtió en un mito y que me hizo amar a Guillermo Cabrera Infantes, más allá de su historia personal, como un autor que crea universos nocturnos inmensos.
Padura me devuelve una Habana más mísera, pero no más triste, y siempre llena de hermosos sueños y de hermosas voces. Mi bisabuelo cubano parece que cobra voz en este amor ciego: nunca fui a Cuba, ni a La Habana, pero me gustaría cantar boleros porque sí, porque no puedo vivir sin cantar, como Violeta del río.
Y si La Habana se parece a Cádiz, pues es bien hermosa: un mar azul junto edificios blancos con adornos de color albero. 

viernes, 9 de julio de 2010

FraGILIDAD

Somos ocho. Es decir somos ocho hermanos. Bastante diferentes, bastante poco afines. El año pasado estábamos todos bien, desde V. , la mayor, a S., el "chico".
Este año, parece que un soplo distinto nos ha tocado: J. tiene algún problema con su corazón y V. ha pasado por el quirófano y comienza una lucha que será siempre victoriosa, porque la lucha es siempre la única victoria.
Saber que hay fecha de caducidad en nuestros sueños, todos lo sabemos. Pero que te pongas malo es otra jodida cosa, y que se pongan malos tus hermanos, mucho más.
Y luego están los animales, que son cosa aparte. Soy dueña de mascotas tan reciente como que hace solo 20 años que tengo, pero ya se me han muerto demasiados: un perro y dos gatas. Y he sufrido la ausencia de dos animales que acogí sucesivamente en casa y que por una u otra razón se fueron. Es muy triste lo poco que dura la vida de los perros o los gatos, casi cuando están jugando de cachorros tienen detrás la sombra de la vejez y la muerte. Mucha gente decide por eso apartar este dolor y renunciar a ellos, a las mascotas. Como si se pudiera renunciar a la vida.
Es imposible. La vida lleva ya la fragilidad y la muerte incorporada, como una especie de imperfeción (como en el título de este post, mitad minúsculas y mitad mayúsculas) que la hace realmente perfecta...
Quizás todo esto duele porque te está anunciando tu propia fragilidad, la hora no tanto de la disolución en la nada (eso es bastante aceptable) sino la pérdida de tus sueños y los de las personas que quieres.
Solo hay una forma de luchar contra este sentimiento, y es abrazarse a la vida, a los ocho hermanos y los muchos perros y gatos y vivir cada día no solo como si fuera el último, sino como si fuera nuesto mejor día

sábado, 12 de junio de 2010

Un libro en inglés y otro en español

Desde que no escribo he leído dos libros, creo. Uno de ellos en inglés, dado que la mejora de esta lengua es tan necesaria para mi que casi se ha convertido en obsesión. La otra es una novela de un escritor inglés traducida al español.
La novela en inglés, está en realidad traducida del sueco, es una de las últimas de Henning Mankell, un escritor que antes era más incondicionalmente apreciado por mi, pero de quien ahora comienzo a estar un poco cansada de sus tics y de su modo de escribir. El reciente protagonismo que ha tenido en el tema del Mavi Marmara también me sume en cierto desconcierto, no porque que crea una u otra versión de los hechos, sino por su posición un poco vanidosa y pueril.
La novela se llama Italian shoes y parece que habla del despertar de la conciencia de un hombre solitario y egoísta a sus 60 largos años. Aunque mi profesora de inglés Inge dice que la trama y las circunstancias son difíciles de creer, a mi, más que la educación sentimental tardía del personaje, que si me parece difícil de creer, me interesa su vida solitaria en la isla unida al continente mediante un mar helado, su extraña separación de su pareja Harriet sin más motivo que el demasiado amor, su reacción de huida ante el fallo profesional como cirujano.
Y su aceptación de la enfermedad que hace menos amable la soledad, el descubrimiento de su hija. Y sobre todo el recuerdo mágico de la laguna negra incrustada en el bosque y de la visita con su padre, no superada por la visita con Harriet. 
La supuesta alabanza de las cosas hechas muy perfecta y lentamente queda un poco escondida en la anécdota del creador italiano de zapatos y sus creaciones míticas. Las relaciones con su hija son mucho más creíbles que su enamoramiento de la chica objeto de su error médico.
Sumado todo, creo que merece la pena leerla, yo lo haría si fueras tú.  
Sobre la otra novela no tengo la más mínima referencia, se llama El enigma del jardín salvaje, su autor es Mark Mills. Leo en la Wikipedia que es escritor de novelas policíacas y guionista . Esta novela trata de un jardín y una casa renacentistas en lasa cercanías de Florencia, que guardan un enigma que desvela el protagonista, un doctorando inglés que tiene una visión de los italianos un poco tópica. Lo mejor, el jardín que puedes imaginar en la hermosa Toscana, con reminiscencias de un gran libro, Bomarzo, e igualmente el Renacimiento como generador de belleza. La intriga no es perfecta, pero entretiene, ligando crímenes antiguos y modernos. Me ha gustado, aunque quizás no sea una obra maestra. Pero los libros son los sueños que despiertan en nosotros.
Y los sueños son tan necesarios como el aire que respiramos, sobre todo si la crisis arrecia, el verano no llega y ves a tu alrededor tristeza y enfermedades. Es preciso encontrar el momento para disfrutar de un buen libro, de las flores y las cosas hermosas.

sábado, 15 de mayo de 2010

Detective caribeño contra detective sueco

C. dice que la novela negra hispanoamericana es desconocida, pero que es mucho mejor que la escandinava, que tiene tanto éxito; le disgusta especialmente la saga Millenium de Stieg Larsson. Yo no comparto su deprecio por la novela negra escandinava, pero desde luego apenas si conozco la novela negra hispana. Para remediarlo C. me regaló una novelita de hermoso diseño (la cubierta reproduce una foto de un interior de una casa del Vedado, de altos techos y alargadas ventanas por donde se cuela el verde fulgurante de los trópicos) y que ha sido para mi todo un descubrimiento; la novela se llama Pasado perfecto y es de Leonardo Padura, un autor nacido en la Habana en 1955, que según mi amigo A. es uno de los autores cubanos más conocidos en el exterior de la isla. 
El detective protagonista de esta y algunas otras obras de este autor es Mario Conde, un policía proletario y desarraigado, aspirante a escritor, y algo tímido. El argumento, la desaparición de Rafel Morín, alto funcionario del Ministerio de Industria y compañero de instituto de Mario, sirve de excusa para innumerables flashbacks (o analepsis) en los que el policía recuerda su adolescencia y la de su grupo de amigos, incluidos el Flaco, que hoy está gordo y atado a una silla de ruedas, o la hermosa Tamara, su eterno amor imposible y ahora esposa del desparecido. Entre analepsis e investigación, Mario Conde descubre que Rafael está metido con su jefe en una trama de evasión de dinero, inicia una tórrida relación con su antiguo amor platónico y confirma que Rafael ha sido asesinado por su cómplice de manera casi fortuita. Mientras tanto, los lectores disfrutamos de un lenguaje lleno de giros locales, vivaz y coloquial y gozamos de magníficas escenas, como la de la intervención de los representantes del partido revolucionario en un taller literario hecho por los adolescentes junto con su profesora de literatura, un texto de crítica política muy logrado.
Para comparar y porque no puedo estar sin leer y los libros me asaltan en todas partes, he leído también una novela negra escandinava, de una autora bastante conocida pero de la que yo no había leído nada, Camilla Läckberg. Al parecer he empezado por una de las últimas Crimen en directo. Esta novela tiene como trasfondo uno de esos programas del tipo Gran Hermano, en los que un grupo de seres humanos diversos se exponen a sí mismos como en una pecera. Con este tema de fondo, y con la boda del detective Patrick con Erika en el horizonte próximo, en el pequeño pueblecito de Tanum, este detective encuentra encuentra el hilo conductor de una serie de crímenes no resueltos, en los que las víctimas han sido forzadas a ingerir alcohol hasta la muerte. 
No sé si esta obra tendrá una calidad similar a las que no he leído, pero en contraste con la de Padura me ha parecido un poco banal, especialmente a la hora de resolver los profundos problemas psicológicos de algunos personajes y sus profundas neurosis: ha ocurrido una cosa que es frecuente en algunos libros editados un poco industrialmente, faltaban unas treinta páginas; pues bien es bastante sintomático que ello no haya supuesto ningún problema de lectura. No obstante, esta victoria de la novela caribeña contra la sueca no es desde luego definitiva y puede que tenga una explicación añadida: en este momento en que siento radicalizarse las posturas de los ciudadanos cada vez más, me parece importante mantener el sentido crítico, ese que siempre es la primera víctima de las dictaduras y de la intransigencia.
Pues eso, a leer de forma variada, para pensar de la misma manera. Es vital

viernes, 7 de mayo de 2010

Mis directores

Llevo 32 años en la BNE o Biblioteca Nacional de España. De mil 1978 a 1986 tuve un solo director, Hipólito Escolar Sobrino, bibliotecario de la viaje escuela, recientemente fallecido. Después, de 1986 a 2010, ya llevo nueve directores, con una media de 2 o 3 años en el cargo. De todos guardo un recuerdo, siempre cariñoso y a menudo crítico. La relación que incluyo más abajo procede de la propia web de la Biblioteca, porque a veces resulta difícil recordarlos a todos.

1975-1984 Hipólito Escolar Sobrino
1986-1990 Juan Pablo Fusi Aizpurúa
1990-1991 Alicia Girón García
1991-1994 Carmen Lacambra Montero
1994-1996 Carlos Ortega Bayón
1996-2000 Luis Alberto de Cuenca y Prado
2000-2001 Jon Juaristi Linacero
2001-2004 Luis Racionero Grau
2004-2007 Rosa Regàs Pagès
2007-2010 Milagros del Corral Beltrán

Fusi fué el impulsor y sufridor del Plan director de remodelación del edificio, el director del cambio del sistema de bibliotecas Sabini a Sirtex. Siempre fue querido por todos y añorado en algunos momentos.
Alicia Girón fue también importante, según mi opinión, como dinamizadora de la Biblioteca y una persona profundamente cercana a todo el personal y implicada en todos los temas sociales. Lacambra, Carlos Ortega, Luis Alberto, Juaristi, Racionero, nuestra querida y discutida Regás (de ella hablé en otro post). Y Milagros, una especie de locomotora de entusiasmo imparable...
Pero la crítica fundamental de este post no se refiere a los aciertos o los errores de éstos, si a su rápida caducidad, que es, sin duda, un mal síntoma.
¿Qué se puede planificar en dos años? ¿Como se puede realizar el seguimiento de los proyectos con 9 meses en el cargo?
Las Biblioteca Nacional de España es una empresa que precisa una alta cualificación de sus mandos para poder llevar a cabo las cada vez más acuciantes tareas que le exigen los nuevos tiempos. Necesita, además independencia para poder gestionar iniciativas y patrocinios. Necesita sobre todo, estabilidad organizativa.
Pero justo eso es lo que nunca conseguimos, estabilidad e independencia, respeto a la profesionalidad de sus trabajadores, que quizás sin más mérito que el estar expuestos a los tesoros y a la necesidad de difundirlos y conservarlos, son grandes expertos con un nivel de pericia muy especializado.
El objetivo debe ser la independencia profesional.


domingo, 25 de abril de 2010

Lectora exótica

Como buena lectora exótica, mi última lectura es una novela de un islandés, Arnaldur Indriason, y se llama La voz. La novela promete más que cumple, porque hay en su planteamiento inicial algunas hermosas y sombrías historias, como la de la desaparición del hermano del detective o el esbozo del carácter de su hija, pero la trama en su conjunto no convence y para mí la resolución del enigma es un poco forzada. A pesar de todo me ha gustado leerla, me ha hecho conocer cosas de ese país como que los patronímicos masculinos terminar en -son y todos los femeninos en -dottir y lo he terminado en el mismo fin de semana (el pasado) en que el la nube provocada por el volcán de nombre impronunciable: Eyjafjallajökull.
Ahora he empezado a leer una nueva obra de Mankell en inglés, The italian shoes, pero es pronto para hacer cualquier tipo de juicio sobre ella, apenas la he empezado.
Este sábado hemos tenido jornada de puertas abiertas y he disfrutado contando a los visitantes cosas sobre nuestro Salón General y sobre todo, sobre el Depósito general de libros, que guarda cierto rastro de su antiguo esplendor, cuando fue creado por Bernardo Asins y Serralta en 1892, a pesar de algunos añadidos no demasiado acertados. El patio cubierto al que da el Depósito general es una de las cosas mejor conseguidas por la reforma, es un lugar al parecer bastante incomodo para trabajar (imposible de calentar e iluminar en invierno, entre otras cosas), pero la luz que atraviesa su cubierta de cristal espejea en sus altos muros y produce al levantar la vista una enorme sensación de paz.
Paz muy necesaria cuando la calle está revuelta y se sacan a pasear unos y otros muertos, sin dejarlos descansar en paz. Tendremos que darle ya tierra a todos, y devolverle a algunos la dignidad que le robó una victoria muy larga. No hay que tener miedo a la verdad.


domingo, 4 de abril de 2010

Una poesía para el próximo día 24 de abril

Dedicada a Charo, que me la envió por correo hace unos años:

Elogio de los libros

Por la descripción del paraíso, y la ceguera de Tobías y por el viaje
de Jonás alojado en el vientre de una ballena.
Por las aventuras de Ulises a través de un mar color de vino y por la
explicación de sus hazañas hasta que pudo regresar a Ítaca.
Por las enseñanzas de Virgilio acerca del tiempo que nos huye,
irremediable, y, cómo no, por las de Horacio, que nos animó a
disfrutar del momento que pasa y a llevar una vida retirada y
modesta.
Por los jardines y fuentes de los versos arábigos, porque evocan la
pérdida del inmenso desierto.
Por la flor del cerezo y la luna y el río, y por los pabellones y por las
batallas que cantan los poemas de los clásicos chinos.
Por el amor que ha abierto las murallas de todos los castillos de la
historia y por los trovadores que inventaron el modo de asaltarlas.
Por las coplas escritas a la muerte del padre, y las noches oscuras y la
senda escondida, y la hermosa locura que inventó Don Quijote.
Por el descenso a los infiernos donde habitan los monstruos y el
ascenso a los cielos donde viven los ángeles.
Por la busca del tiempo que creímos perdido en la patria feliz de la
infancia.
Por los cuentos de hadas y los cuentos de lobos, por su felicidad y
por su miedo.
Por los cantos oscuros de las tribus remotas, tan acordes al ritmo
con que suena la Tierra.
Por la tristeza y por el entusiasmo que se esconden detrás de las
líneas escritas por cualquier ser humano.
Por los mares del mundo: los del norte y sus sagas, los del sur y sus
islas; y los de la persecución de Moby Dick y los profundos del
Nautilus.
Por los héroes de leyenda y los seres reales porque son las dos caras
de la misma existencia.
Por las volteretas de todas las vanguardias y los sueños que inventan
con sus saltos festivos.
Y por todos los libros, incontables, que admiten recordar lo olvidado
y volver a lugares donde nunca estuvimos y vivir esas vidas que
jamás viviremos. Porque el mundo es un libro que nos lee y que
escribimos

Álvaro Valverde (2002)

Dos libros leídos al sol y al viento de abril

Estas deseadas vacaciones, seis días como seis soles, no están teniendo tan buen tiempo como ya todos necesitamos, o por lo menos no en la Sierra. Los días han sido (excepto ayer) luminosos y brillantes, pero al aire libre sopla un vientecillo bastante fresco.
Aun así, como estamos todos deseosos de sol y luz, hemos estado fuera todo lo que hemos podido, un poco ocupados en limpiar macetas y podar setos y otro poco sencilla y llanamente leyendo al sol. He leído dos libros relacionados con África, uno de ellos escrito por un sueco, Henning Mankell, el autor de la serie sobre el detective Kurt Wallander, llamado El ojo del leopardo, y otro de una autor que no conocía, un egipcio de nombre Khaled al Khamissi, cuya título Taxi, sirve de unión a una serie de relatos cortos contados por taxistas de El Cairo.
En la dos obras está África, en una de ellas Egipto, con su vida difícil su desencanto político y sus problemas se supervivencia, y más especialmente El Cairo, una gran ciudad que debe tener miles de problemas, a los que nos asomamos a través de unos personajes que son muy peculiares en cualquier sitio, los taxistas, pero que en esta ciudad son especialmente curiosos; entre otras cosas por que parece ser que hay alrededor de 80.000, porque negocian el precio y porque viven circunstancias muy exóticas, como una ley que permitía que cualquier coche antiguo se convirtiera en taxi... A pesar de la anomia política y social de estos personajes, la obra tiene un trasfondo positivo, hay varios filósofos al volante y el mensaje parece ser que la lucha por la supervivencia es dura pero hay que mantener cierta alegría y deportividad.
El ojo del leopardo es menos contemporizador y plantea un panorama más obscuro, con una violencia soterrada que a veces estalla. La historia es la de un sueco humilde que no consigue estudiar derecho, ni salvar a su amigo Sture de la parálisis ni a Jeannine, la chica sin nariz, y que queriendo hacer realidad los sueños de ésta viaja a Zambia, en busca de unos misioneros. Aterrado y atrapado por África, por una serie de casualidades se ve a cargo de una granja avícola y allí permanece 20 años, debatiéndose entre las buenas intenciones de ayuda al desarrollo y la neurosis de la desconfianza y la violencia latente.
De este libro inquietante me han gustado dos cosas especialmente, una la lógica aplastante del lenguaje de los africanos, unas respuestas tautológicas que hacen los hacen inasibles y otra la fe del protagonista de que el futuro de África está en la mujeres.
Ya sé que esto último parece un recurso fácil al feminismo, pero hay que verlo solo como una brizna de esperanza en un océano de desesperanza. No estoy segura racionalmente de que esto sea cierto, pero tengo la intuición de que eso es cierto, de que son ellas las que pueden hacer una revolución silenciosa, y sobre todo, no sangrienta.