sábado, 28 de julio de 2007

Cortas vacaciones de julio

Este año las vacaciones de verano se van a reducir a 7 días y sólo por eso debo aprovecharlas al máximo. De momento, el tiempo está respondiendo, pues está haciendo un calor africano, que es el que me gusta a mí, que nací en Málaga después del terral de agosto. Eso tiene un inconveniente que es una ventaja en este caso: no hay ganas de hacer nada. Pero aun así, hago aquello que me gusta, cavo y replanto madreselvas y budleyas y alguna otra planta humilde comprada: vincas, zinnias, lobelias o cóleos. Arranco yerbas, me baño y tomo el sol. También voy al gimnasio, que es una de las cosas que más me gustan, en invierno y en verano. Y sobre todo he leído bastante.
Ayer terminé otro libro, regalo de M.J., que es muy aficionada a la novela histórica o a la historia novelada, es de una autora americana que yo no conocía, Gillian Bradshaw, y se llama El faro de Alejandría. Narra la historia de Caris, una muchacha noble de Éfeso, que vive el ocaso del Imperio Romano, ya dividido en Oriental y Occidental y que sufre mil peripecias en su afán de aprender medicina y que, como consecuencia de haber sido prometida a un galo repulsivo y poderoso llamado Festino, huye a Alejandría disfrazada de eunuco (con el nombre horrible de Caritón) y en su Escuela de medicina cercana al templo de Serapis aprende el arte, (El arte es largo y la vida corta, es la cita que la protagonista atribuye a Hipócrates, a quien venera) y trabaja junto a Filón , médico judío y en un hospital, viviendo luchas religiosas y el ambiente de libertad y mezcla de esta ciudad. Como médico de Atanasio, arzobispo en permanente lucha con el poder romano, a su muerte es acusada de conspiración y arrestada y sólo consigue zafarse de esta acusación firmando como médico militar en Tracia, en el hospital de Noviduno, en los confines del imperio. Además de renovar totalmente este hospital, adaptándolo a la civilización, sufre un juicio por brujería, progresa y se enamora de Atanarico, pero sobre todo es testigo de las luchas con los pueblos bárbaros: godos, hunos, alanos se enfrentan al poder corrupto de Roma, que como cualquier imperio sufre las consecuencias de la difícil gobernación y defensa de un territorio tan extenso y diverso y del afán de rapiña de algunos gobernadores romanos((entre los que vuelve a aparecer Festino), que provoca la rebelión de los bárbaros, a pesar de la admiración que en ellos despiertan Roma y de su afán de unirse a su civilización.
Todos estos sucesos sirven para que la autora muestre su despego y amor hacia la idea del imperio, como sinónimo de civilización frente a la barbarie, su crítica de la corrupción de éste, así como una reflexión sobre la situación de las mujeres y de la ciencia, en este caso la ciencia médica, como modo de luchar contra lo irracional y contra la muerte.
En resumen, una buena novela de más de 600 páginas, que se lee sin sentir y que te da pena terminar.

jueves, 26 de julio de 2007

Fuerzas medidas

Hoy pretendo hablar de un asunto que forma parte de nuestra civilización y que nos sirve de justificación para los comportamientos más egoístas. Se trata de un razonamiento muy sensato que nos hace medir nuestras fuerzas, es decir evaluar si somos capaces de realizar una determinada tarea o esfuerzo. Dicho un razonamiento justifica todos nuestros egoísmos. Se trata de la certeza de que no somos capaces de cualquier cosa y de la consiguiente conclusión de que es necesario medir nuestras fuerzas, especialmente cuando vamos a acometer algún acto generoso. Por ejemplo, si vamos a cuidar a un sobrino revoltoso, hacernos cargo de algún familiar mayor o ocuparnos durante un tiempo de la mascota de un amigo.
Recuerdo un tiempo en el que no estaban en vigor este tipo de subterfugios y así, aunque se tratase de una familia numerosa como la mía, que a duras penas llegaba a fin de mes, nos hacíamos cargo de una amiga que sufría hepatitis y que estaba estudiando fuera de casa.
Ahora lo medimos todo. Y lo medimos con mucha holgura a nuestro favor, de modo que nunca tenemos suficientes medios para tener un niño (o para adoptarlo) ni bastante tiempo para hacernos cargo de un sobrino cuya madre está hasta arriba de trabajo.
Vivimos sin tiempo para nada, es cierto, pero igual le sucedía a mi madre y ello no le impedía estar siempre dispuesta a ayudar a alguien. Hemos construido toda una mística del estrés y de la necesidad de descansar y cuidarnos que es absolutamente nueva y ni siquiera es eficiente: nos cocemos en nuestro egoísmo sin evitar el cansancio, la depresión y el malestar generalizado.

martes, 24 de julio de 2007

Juegos de niños

Hace ya varios días que he terminado un libro que me regalaron mis compañeros de trabajo. Se llama como este post, Juegos de niños y es de un autor norteamericano que yo no conocía, Tom Perrotta. Por lo visto ha dado lugar a una película del mismo título, de la que tampoco había oído hablar.
La novela es varias cosa. La primera, la historia de un adulterio entre Sarah, una feúcha madre reciente y Todd, el Rey del Baile del Fin de Curso. Es también la historia de los barrios residenciales norteamericanos, con su vida ajetreada y sus niños mimados y extraños. Es también una novela sobre el deporte, en concreto sobre el fútbol americano, y sobre los sentimientos de comunidad que despierta.
Pero es también una novela sobre las obsesiones americanas de seguridad y moralidad pública y su contrapartida de perversiones (masificadas y comercializadas) privadas. Es también una novela coral de personajes que no son arquetípicos por poco. Hay un policía que sería odioso si no fuera por lo desgraciado que es. También hay un pobre exhibicionista, perseguido y acosado por toda la comunidad y, sobre todo, su madre, que es un personaje magnífico, al lado de un hijo que es repulsivo e insoportable.
Sin ser una novela negra, la intriga recorre toda la obra y mantiene el suspense hasta el final. En resumen, sin ser una novela de mero entretenimiento, he pasado un buen rato leyéndola. Muchas gracias por vuestro regalo, compis, os la recomiendo vivamente. Os incluyo foto de la portada y de la película.
Cortesía de Metrópolis

lunes, 23 de julio de 2007

Bautizo

Ayer fui a un bautizo en la Paloma. Se trata de una devoción especial de los madrileños, la virgen de la Paloma y aunque ni me siento especialmente madrileña, ni religiosa, ni familiar, la cosa da para algunas reflexiones.
La primera de ellas es que a pesar de lo tradicional de la idea de bautizo en la Paloma, había muchas cosas nuevas. Por lo pronto, todos lo niños excepto uno, eran ya talluditos, estaban entre los dos y los tres años, en su más esplendorosa edad de las rabietas. Además, de cuatro niños, tres eran niñas (¡aúpa por el sexo débil!), una de ellas era una preciosa niña negra y otra una pequeña de rasgos asiáticos, sin duda adoptada, pues los padres parecían de Chamberí.
Otra cosa curiosa es que los sacerdotes y su ayudantes seglares hacían mucho hincapié en la participación de familiares y amigos en la ceremonia, con frecuentes cánticos y rezos en común, incluso recurriendo a la chiquillería, que por otra parte muestra una falta de inhibición incomprensible para los de mi generación, acostumbrados a un respeto reverencial inducido a base de guantazos o pellizcos, si era necesario.
Por otra parte, un comentario especial es para la reunión familiar, lugar donde se despiertan todos los demonios: la hermana del bautizado con un enorme ataque de celos, la impaciencia de muchos acostumbrados a nuestro egoísmo institucional de personas pocos familiares... La familia, ese invento que muchos dicen que habría que inventar de no existir y que yo, después de muchos años y de una gran familia, aún no sé cómo tratar.
Eso si, todos vestidos de domingo, con ropa y zapatos nuevos y algún adorno, aunque sea de bisutería. Y en un recodo de la fachada, en unos jardincillos, una bandada de indigentes luciendo sus ropas y su suciedad, para hacer contraste.
Y la virgen de la Paloma, que es un poco extraño y un mucho obscuro y que no parece muy acorde con el optimismo ancestral de los madrileños, parece ser que se trata de una virgen de la Soledad, rescatada de la basura por una devota.


miércoles, 18 de julio de 2007

Lo que hace a un día especial

Blanca, este es el poema de que te hablé y esta es la traducción que buscaba que, gracias al dios google ahora sé que es de José María Álvarez. De este modo he recuperado una época, los años 70 y unos amigos de la Facultad que sabe dios donde andaran: José María Linde, Felipe Pajares, Juan Gavilán, Luis de Sola, mi amiga Viky, Aurora... Juntos leíamos, íbamos al cine, a clase, a las tabernas y a las manis. Teníamos 20 años. Tot jus despertavem del somni dels infants, que decía un Serrat que no se parecía nada al de ahora, como yo.
Es curioso que entonces mi ciudad me parecía una prisión (la ciudad del paraíso) y que si recuerdo la llegada a Madrid, uno de los sentimientos más estimulantes es que en esta ciudad no tenía recuerdos acumulados y en ella sentía un sentimiento de libertad ilimitada.
En fin, la nostalgia es un lujo de jóvenes con mucho tiempo por delante y si hay algo que siempre he tenido es prisa. Ahí va el poema: que te cunda y que te guste.


LA CIUDAD

Dices «Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí».
No hallarás otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.

Constantino Kavafis
(Traducción de José María Álvarez)

martes, 17 de julio de 2007

Gente generosa

D. es una persona generosa que quiso compartir durante unos meses su vida y la de su familia con un niño saharaui. Hace ya casi un mes que lo tiene en casa y que a su vida, de por si ya bastante complicada, se le ha añadido un suplemento de problemas.
Los organizadores de las estancias de estos niños, los médicos que los atienden, le sugieren que no se pueden tener este tipo de gestos si uno trabaja y está sometido a un horario, por leve que este sea. D. se indigna y yo con ella, en primer lugar porque nadie le advirtió de ello, sino que al contrario, inicialmente todo eran facilidades y promesas de ayuda y colaboración.
Pero yo me indigno un poco en plan metafísico, porque es una realidad que debería avergonzar a muchos: también la generosidad es cuestión de tiempo y en definitiva, de dinero.
Es cierto que hay mucha gente como D., que se lanza a un acto generoso, rebelándose contra el tiempo y las circunstancias y yo les doy las gracias, porque me hacen sentir que aún es posible ser un loco generoso.

domingo, 15 de julio de 2007

Dos amigos de blogs

Esto de los blogs es como una especie de comunidad de escribientes. Tengo dos compañeros que escriben blogs y que pasan por etapas diferentes: uno está feliz y otro no tanto. El primero se siente satisfecho y el otro esta pasando peor época: familiares fallecidos, exámenes, contrariedades en el trabajo...
Siempre es bueno recordar que nuestro nivel de contrariedades es mínimo, que lo que consideramos un problema a veces se convierte en nuestra mayor oportunidad y que la fórmula ideal para seguir progresando es un cierto grado de insatisfacción
Por otra parte, para lo bueno y para lo malo, siempre podremos contar con los amigos y especialmente con los amigos blogueros
Que la suerte nos acompañe a todos, amigos

jueves, 12 de julio de 2007

Libros pareados

Vuelvo a comentar lecturas, que es algo que hago a menudo aquí y en el wiki del club de lectura Macondo, donde por cierto sólo escribo yo. Sé que algunos lo ven como un ejercicio escolar y no como un modo de compartir experiencias y de incitar a la lectura, así que es difícil conseguir que nadie se siente a escribir.
Yo si leo comentarios de libros y así ha sido, mediante una reseña de Javier
Cercas, como he llegado a dos libros: Un hombre de palabra de Imma Monsó y La farmacia del olvido de Rogelio Moreno.

Imma Monsó es una autora a la que he seguido desde su primera obra, Nunca se sabe. También he leído Todo un carácter, y siempre he disfrutado de su estilo fluido y de su sentido del humor. Esta es una obra distinta, porque está escrita tras la muerte de su compañero de 16 años, pero a pesar de las circunstancias el libro rebosa sentido común y no resulta especialmente triste. Su compañero era Rogelio Moreno, el autor de la otra obra, que todavía no he terminado.


Lo que transmite la Monsó es enamoramiento de Rogelio, al que llama el Cometa y al que describe con tanto amor, que es difícil no enamorarse de él. Fue un profesor de filosofía de instituto, que prefería la palabra hablada a la escrita y que tardó toda su vida en escribir su libro. Fue un hombre con muchos amigos, pero siempre de paso, un personaje (Imma le pregunta ¿tienes antecedentes en el mundo real?), una persona a la que le gustaba hablar y razonar.


Un hombre de carácter está pensado como un libro medicina, usando la escritura como modo de curación, se estructura en dos partes entrelazadas, la A y la B. En la A se narra la historia de la relación y en la B, la historia de la ausencia del Cometa, pasando revista a lo que es el proceso de duelo.


La obra de Rogelio es más difícil, es un ensayo filosófico sobre el olvido. Sostiene la tesis de que sin el olvido es tan imposible vivir como sin la memoria. El olvido, cierta dosis de olvido, nos permite vivir el presente, sin memoria ni proyecto.

martes, 10 de julio de 2007

Eternidad

Hubo una vez un tiempo en que nada se movía en un mundo infinito y listo para ser estrenado. A menudo lo habitaba el tedio: no siempre el colegio era el lugar de los juegos ni del desafió de conocer.
Pero también están los días largos del verano del Sur, el mar que hace inmensa la tarde, el sol quemando la piel y las sonrisas, el rastro de la sal en la piel cuando sopla el terral, ese viento sólido como el silencio ardiendo. La parsimoniosa caída del sol, la noche entera para jugar y reír al fresco, en la playa, en una terraza o en un patio: la noche tan larga que rinde finalmente los párpados de los niños, soñando que ya son mayores.
Un tiempo detenido por el propio ansia de que transcurra. Un tiempo que luego se hará inasible, que volará sobre nuestras miradas ya heridas.


domingo, 8 de julio de 2007

Todas las mañanas del mundo

Es domingo y se puede madrugar menos que entre semana, así que a las nueve, cuando Corso y yo salimos a pasear, los caminos están desiertos y el aire tiene una especial calidad de nuevo, es más ligero y transparente y el calor de julio no le ha dado aún esa densidad del mediodía, en que parece que puede tocarse.
Esta mañana me trae a la memoria otras muchas de verano, especialmente de mi infancia y de casa de mis tías en Pedregalejo. Había en la casa, además de un mínimo jardín delantero con cantos rodados (llamados chinos en malagueño) y un pacífico (hibisco rojo), un terreno trasero con algunos frutales y una gran higuera. Allí jugábamos recién levantados, mientras mis tías recogían la casa antes de bajar a la playa, con un columpio colgado de una rama de una árbol y, sobre todo, con nuestra imaginación, que convertía este pequeño espacio en un universo. Recuerdo el sol de la mañana entrando entre las hojas de la higuera y el olor de la tierra recién regada y la felicidad de un día de vacaciones por delante y de una jornada de playa y de sol.

Cierto es que la distancia embellece los recuerdos, pero a lo largo de toda mi vida, siempre el principio del verano ha tenido para mi un carácter vigorizante, algo así como un principio, como una promesa de libertad (algo tiene que ver el fin del periodo escolar, sin duda).

Entre estas mañanas de estreno del mundo me acuerdo de algunas de abril o mayo en las que con mi club de atletismo iba a entrenar a la playa, todavía algo fresca a primera hora de la mañana. Corríamos en la arena y en el agua a la altura de la rodilla, y disfrutábamos de la camaradería y del esfuerzo, con el sol y el mar de fondo. Era como en Carros de fuego, pero unos años antes y en Málaga, que tiene menos glamour académico, pero más calor en mis recuerdos. A pesar del tiempo transcurrido no se borra de mi memoria el olor de esas mañanas, su color ni su belleza.

martes, 3 de julio de 2007

Justicia mortal

Desde hace ya algunos años, debo estar pagando mi enorme capacidad para reírme y divertirme, para pasármelo bien en casi cualquier situación. Se ve que alguien ha hecho la cuenta de las carcajadas y ha decidido que ya no tengo derecho a ninguna más.
Se ve que hay que ser sesudo, grandilocuente, y prolijo. Y yo soy tonta rápida, tremendista y sintética. No hay nada que odie más que la jerga vacía y rimbombante, construida para marear a la perdiz (¡pobre animal!). Me encanta el lenguaje preciso, corto y certero, ingenioso. Como decía de Flaubert su madre: "la pasión por la frase ingeniosa te ha helado el corazón". Puede ser. Pero es que mi corazón ya va para viejo y quiere helarse a gusto.


Las palabras son un juego de guerra que puede herir pero no mata. O a lo mejor sólo mata al que las pronuncia. Es un juego que puedes permitirte hasta en el umbral de la tumba: no sufren artrosis y a veces hasta se liberan de su peso con los años.


Toda esta palabrería es para decir que quiero reírme y que nos riamos todos, aunque al principio duela.