miércoles, 20 de diciembre de 2017

Dos más uno

Batman se alimentó durante meses de pajaritos. No sé sabe si fue en su primer año de vida, o un poco más tarde, pero lo cierto es que por eso es un ser ligero, volátil, libre y esquivo. El miedo anida en sus ojillos y en su piel.
Llegó a casa cuando noviembre se largaba, entre vientos y nieve, y Pepa y Coco le recibieron con los brazos abiertos (Pepa quizás demasiada abiertos)
Me enteré mientras le esperaba de algunas cosas: que existía el síndrome de Noé, que David L. Mech había rectificado su teoría del lobo Alfa y de la dominancia como instinto regidor, sustituyéndolo por el de evitación de conflicto, y que eso tenía sus consecuencias en el trato que damos a nuestras mascotas.
Batman no sabe que su miedo, su orejas batientes de murciélago, su pequeño cuerpecillo han servido para confirmar mi intuición de que no es el afán de poder lo que mueve a los seres vivos, sino el cuidado y el cariño.