jueves, 17 de julio de 2014

Espacios vacíos

Siempre he amado los espacios vacíos; así como hay gente a la que le gustan las ruinas, a mi estas me llenan de zozobra por los afanes humanos fracasados, pensando en lo que cuesta crear y mantener la casa y el ajuar y cómo cualquier golpe de fortuna o el simple paso del tiempo pueden llenar de polvo y silencio un hueco hecho para el amor y los sueños.
Pero ciertos espacios vacíos -teatros, estaciones, escuelas- hechos para llenarse de gente y de voces me producen una calma y una sensación de belleza tremenda.
Sobre todo hay dos espacios que me resultan especialmente bellos. Uno de ellos lo he estado viendo durante años, se trata del hall de la Biblioteca Nacional, antes de que esta abra y se inicie el normal ajetreo de lectores y empleados. En una foto de la puerta desde el interior quise captar  ese misterio de voces antiguas, visto de dentro hacia afuera, con toda la vida que encierra esta biblioteca
Cada mañana durante mucho tiempo mi corazón se ha ensanchado con esta belleza humana y latente, pendiente del inicio de nuestro trabajo tan hermoso, aunque a veces lo olvidemos.

El otro espacio vacío es más bien la suma de muchos lugares, y es cualquier gimnasio o pista deportiva. Aunque vacíos, siempre están llenos de los sueños y el sudor de mucha gente y despiertan en mi una gran fe en que siempre es posible, luchando, alcanzar todas las metas. Incluyo en estos espacios las pistas al aire libre, porque no hay nada  más  profundamente estimulante que una pista de atletismo vacía.
Muchas mañanas, cuando he ido a entrenar o a ejercitarme, la llegada a esos edificios construidos de esfuerzo e ilusión a partes iguales me ha hecho sentir parte de un grupo humano enorme y ubicuo, el que tiene en la lucha su razón de ser y asume que la única batalla perdida es la que no se emprende.
Nada es eterno, pero hay momentos que tienen aspiraciones a serlo

viernes, 4 de julio de 2014

FASM y los demás que se fueron

Julio no suele ser un mes para nostalgias, ni para echar de menos a los ausentes. Pero este julio es un desastre en su especie, llueve, truena, graniza y sobre todo hace mucho frío.
Y además se me ha ocurrido preguntar por FASM. 
Decían que era mi hermano porque tenía una asimetría parecida en la alineación de los ojos, y además, porque era cascarrabias como yo.
Pero era infinitamente mejor que yo, perfeccionista, amigo de sus amigos, organizado, valiente. Recuerdo un día en que lanzando jabalina (no sé si fui yo, creo que no) "pinchamos" a un sobrino suyo de pocos años, en una Ciudad deportiva de Málaga desierta un medio día de calor. Recuerdo su sangre fría, como entre los dos sujetamos la jabalina y la sacamos, sin derramar una gota de sangre, porque había cogido entero el paquete muscular. Luego fuimos a Carlos Haya, el hospital que lindaba con la Ciudad deportiva y todo salió bien. 
Infinidad de veces hemos tomado hamburguesas y cervezas e infinidad de veces le he visto entrenar fondo solo, sufriendo infinitamente, con el gesto de dolor en la cara y el cuerpo tenso de dolor.
También era un dandy que cuidaba el aspecto personal y la equipación deportiva y una persona que valoraba tanto la amistad que siempre se sentía decepcionado, por uno u otro motivo. 
El me ayudó a comprar mis primeras zapatillas de clavos, azules y de piel vuelta, en la tienda de un amigo (siempre tenía amigos que ayudaban a otros amigos) y he estado en su casa y molestado a su madre algunas veces.
Empiezo a tener el síndrome MPM, que cada vez que pregunta por un intelectual o un escritor, resulta que se ha muerto. FASM se ha muerto, no se cuándo ni por qué, no sé si quiero saberlo. 
Hace poco fue que se me ocurrió preguntar por JdeM, un pintor malagueño que convivió con nosotros en nuestros años comunes de facultad, y resulta que había muerto en el 86, mientras yo estrenaba movida y amores, mi querido Juaco, tan listo y tan cáustico, tan artista y tan interesante. Guardo una postal que grabó para nosotros cuando preparábamos el viaje a Italia, al que no vino, pero que nos ayudó a financiar con una subasta de artistas malagueños de los primeros 70. Fue siempre una persona dulce envuelta en una capa de amargura espuria, y era divertido y genial y por tanto se fue. Este mundo es solo de los muermos, está claro.

Y hace unos meses, quizás un año, se me ocurrió buscar información sobre FA, un jugador de balonmano de Málaga bastante bueno, que durante un verano fue compañero de juergas de mi equipo de balonvolea y de su entrenadora E. Era uno de los hombres más cuadrados que conozco y de piel más obscura y cantaba muy bien, con una garganta de arena. A pesar de que la pareja que yo le conocí era bastante pacífica y dulce, en algún modo debió seguir esa vida excesiva que llevaba y que conocí y amé. Y murió hace también algunos años de un accidente cerebro vascular, si no me equivoco.
Total, que hoy es un día magnífico para recordarlos a todos, para no preguntar por nadie y desear que todos aquellos amigos con los que viví, soñé y amé sigan en este valle de lágrimas por mucho tiempo.
Por lo demás, os quiero igual o más ahora que debo hablar con vosotros de alma a alma.