lunes, 7 de noviembre de 2011

Hablará siempre conmigo

Somos siete, éramos ocho. V., la hermana mayor, ya no está. Se fue el sábado cuando a su tozudez y tenacidad proverbial se opuso la realidad médica, tan tozuda ella, cuando le dijeron que ya no se podía luchar más, y que tampoco podían inventar una nueva tortura para su cuerpo devastado. Ella había luchado un año y medio, soñando viajes y reuniones familiares, "soñando quizás con vanidades..."
Su hija M. la ha cuidado, sin concesiones ni vacilaciones, con tierna solicitud y dedicación permanente, como siempre. Desde pequeña, ella estaba en medio de sus hermanos, sus padres y el resto, callada y eficiente. Sin plantearse, en estos tiempos, que sus hermanos compartieran la carga, sin quejarse de nada.
Con V. no era fácil compartir los días, con 500 Km. y otros obstáculos menos tangibles por medio. Pero ahora volvemos a ser yo una niña y ella una adolescente que se conocen y empiezan a contar la una con la otra. O viejas que se cuentan sus cuitas, y que abren un diálogo libre e infinito.
Llevo a todos los que he amado y ya no están a abrazar árboles y a contar estrellas. V., ven conmigo. 

martes, 1 de noviembre de 2011

Sin apenas leer

La verdad es que llevo un tiempo en que apenas tengo tiempo de leer, en mis vacaciones en Los Escullos leí Campos de Níjar, que me regalaron mis compañeros de Automatización, y la segunda novela de Kate Morton, la autora de El jardín olvidado, llamada La Casa Riverton. Pero el magnífico paisaje del cabo de gata, esos montes pelados, solo con esparto y colores de piedras volcánicas tampoco ayudaba mucho; solo a la caída de la noche en el porche del bungalow que por ocho días fue nuestra casa con C. y C. dormitando y de vez en cuando saliendo a la carrera detrás de un gato, leíamos o consultábamos Internet.
Pero el resto del tiempo, en vacaciones o yendo a la oficina, he estado tan ocupada trabajando o leyendo documentos técnicos, que la otra lectura, la de inventarse mundos ha quedado relegada totalmente. Y lo noto tanto como la falta de ejercicio. Aunque mi trabajo me encanta y me supone un continuo estímulo, necesito esa dosis de olvido que supone sumergirte en un buen libro. Tengo empezado uno de Tana French, Faithful Place, pero como es en inglés con bastante jerga, me cuesta bastante leer con el cansancio que acumulo. Y además hay siempre otras lecturas.
Además, muchos enfermos en la familia, mucho miedo y gran desconfianza en el futuro, para empezar este mes para mi tan poco estimulante, el noviembre de las pocas horas de luz de la naturaleza durmiente. Aunque este año las plantas, los árboles, los animales están confusos: moscas y hormigas adormiladas, flores extemporáneas... Desconcierto de la vida y la muerte.

Para los que tenéis niños e ipad: The Fantastic Flying Books of Mr Morris Lessmore

martes, 11 de octubre de 2011

La fuerza de las cosas

Mi hermana la mayor está muy mal, aunque no tiene demasiados años. Así es la cosa, los años no tienen mucho que ver cuando aprieta la enfermedad.
Yo estoy en Los Escullos, en Almería, tratando de pasar unos días de vacaciones. Todo esto casa bastante mal, aparentemente. Pero yo estoy tratando de trasmitir a mi hermana intensamente la fuerza de las cosas, intentando que la vida que yo vivo sea la suya, no la que tiene ahora, si la que le gustaría.
Aguanta, que tu siempre fuiste una luchadora.

domingo, 7 de agosto de 2011

Un rato entre dos nadas

Aquí sigue el viento, sopla que te sopla hasta horadar la roca... Por lo pronto está deshaciendo el verano, los días largos sin chispa de aire son este mes de agosto sólo un recuerdo de otros años. Y las noticias no mejoran: parece que las famosas contradicciones del capitalismo están en este momento poniéndose de relieve y seguimos sin encontrar soluciones, nuevas maneras de inventarnos. Como hay que seguir en este rato corto que es cualquier vida humana, no conozco otro modo que leer: para escapar, para resistir, para sonreír.
Desde mi última entrada he leído más novela negra, una de Padura, la que me faltaba de Mari Jungstedt, Nadie lo ha visto, que creo que es la primera; una de autor alemán que se hace "el turco", Jakob Arjouni, Happy birthday, turco, y por último, una de esas novelas que te llaman desde el mostrador de las librerías, La cena, del holandés Hermann Koch.
La de Leonardo Padura sigue en su línea de recreación de mundos llenos de hermosura y sensualidad y de historias policíacas sin conseguir del todo. En este caso Viento de cuaresma, Padura parece preferir denunciar la degeneración de la generación última de cubanos y la nostalgia de un tiempo más auténtico a la creación de verdaderos personajes y tramas. Como siempre, lo mejor es el universo cerrado de la casa de El Flaco y de su madre Josefina y la descripción de comidas y de mujeres.
Mari Jungstedt entretiene, aunque sus historias se sostienen mal. En esta primera entrega de su trilogía un asesino en serie actúa 25 años después contra una supuesta banda de gamberras maltratadoras de su curso: ¡¡!!. Aún así, la historia se lee bien, lo cual dice mucho de nuestras ganas de huir de la realidad.
Arjouni es diferente, la historia es bastante buena y el personaje tiene un desparpajo que lo hace enfrentarse a las situaciones con mucha soltura, aunque muchas veces paga su temperamento lenguaraz con palizas importantes. De todas formas, creo que quiero leer algún título más del detective Kazankaya, su protagonista.
La última novela leída ha sido la de Koch y como definición habría que decir que es un mazazo a los bienpensantes y liberales de salón. Supuestamente es la historia de una velada en un restaurante de diseño del protagonista y su mujer con su hermano, un candidato a primer ministro, y la mujer de éste. Pero es mucho más, casi un estudio de la violencia y de la clase media y de la enfermedad mental... Pero mejor leedlo y ya me diréis que os parece.
Y bien, mientras pase mi rato, entre la nada que me precedió y la que me seguirá (al menos desde el punto de vista de mi yo subjetivo), voy leyendo historias y me evado de un mundo que no me gusta mucho.

domingo, 24 de julio de 2011

Un verano ventoso

Este año no se puede disfrutar de la piscina como habitualmente, porque está soplando bastante viento y la sensación no es de calor, sino de fresquito, tirando directamente a frío cuando el sol aún no ha salido o ya se ha ido.
Como tampoco abundan las buenas noticias, es un año propicio como ninguno para la lectura, y especialmente para la novela negra o fantástica. Debido a ello, llevo cuatro novelas "negras" o asociadas, empezando por mi segunda novela leída de Marc Pastor El año de la plaga, siguiendo con dos de la autora sueca Mari Jungstedt, Nadie lo conoce la primera de ellas y Nadie lo ha oído la segunda y terminando con la segunda novela de la irlandesa Tana French, En piel ajena.
El año de la plaga, es más que otra, una novela de ciencia ficción, en la que un personaje que encarna bastante bien la figura del antihéroe, se enfrenta prácticamente solo, junto con su ex novia y poco más, a la invasión de unos supuestos alienígenas, que convierten a los humanos en vegetales que ni sienten ni padecen. Lo mejor de la novela es el sentido del humor un poco como de comic o película de serie de b y la topografía de una Barcelona en llamas, escenario de la lucha entre humanos y "lechugas".
Las dos novelas de Mari Jungstedt se desarrollan en la isla de Gotland, una de ellas en su capital Visby y la otra en un yacimiento arqueológico en el hermoso verano de la isla. En las dos aparecen los personajes del comisario Knutas y el periodista Johan Berg y aparecen las historias ocultas habituales de los autores escandinavos, en los que hay siempre personajes esquivos y pecados ocultos... Las noticias de estos días en Utaya y en Oslo, han despertado el afán de comparar el fenómeno de la novela negra escandinava con un corriente violenta interna en esos países. Yo creo que este tipo de conductas pueden generarse en cualquier lugar y que es difícil el análisis de estos sucesos.
La última novela es la de Tana French, que es una novela apasionante en su planteamiento y mejor resuelta que la novela anterior. La novela tiene como escenario una casa, Whitethorn House, y de sus cinco propietarios, uno de ellos suplantado por Cassie Maddox, la dtective de homicidios de El silencio del bosque. Aunque la trama está urdida de un modo algo increíble, la magia de la casa y su jardín de plantas arómaticas, el misterio de la relación entre los personajes e incluso la filosofía de la huida de un mundo esclavizante, aunque no la compartas, mantiene la atención a lo largo de sus seiscientas páginas.
La casa tiene un peso importante en la novela y también el personaje de Lexie, que se caracteriza por el terror al compromiso y a la permanencia, y que encarna el sentimiento de la huida permanente.

viernes, 1 de julio de 2011

Las torres vigías

Acabo de terminar un libro que me ha resultado un tanto extraño, La torre vigía, de Ana María Matute. Extraño porque en teoría es una fábula pero no tiene el contenido edificante que a menudo suelen tener éstas. Es una fabula, pero esta llena de una extraña violencia fundacional, de una ausencia de sentimientos que se combina con enormes ataques de ira o un extraño amor devorador, el que siente por la ogresa, la mujer del barón de Mohl. Tampoco son edificantes los amores del barón, que encarna para el protagonista una civilización más avanzada, una mayor contención de los instintos primitivos que campean por toda la obra. Se supone que el tiempo en el que se desarrolla es la Edad Media, pero en mi opinión ni el tiempo ni el espacio de esta novelita se pueden definir; se trata de un territorio y un tiempo mítico que existe solo en los cuentos para mayores y en algunas pesadillas.
Para mi, esta obra tiene algo de pesadilla, sobre todo en su parte final, en la que aparece la torre vigía y su extraño vigilante atemporal y cosido de heridas... En la escena final existe una gran confusión, el protagonista acaba con el Mal y con el bien y también muere en la terrible batalla el barón Mohl.
La torres vigías que mejor conozco son la de la costa de la Axarquía de Málaga, que al parecer se crearon como defensa de los moriscos y de los ataques piratas. Son hoy día una ruinas amables que jalonan la costa y que apenas si sirven como referencia en el paisaje de lomas.
Se considera esta novela de la Matute parte de una trilogía, junto con Olvidado Rey Gudú y Aranmanoth; para mí ambas superan la tenebrosa tristeza de esta obra, quizás reflejo de un terrible pozo del que la autora empezaba a salir. Especialmente Olvidado Rey Gudú es hermosa y brillante en su creación de otro mundo, también este mítico, si, pero cuajado de una luz eterna.
Pero nadie puede negarle a la autorala capacidad de crear mundos, eso si que no.

domingo, 19 de junio de 2011

Ya está aquí

Hace semanas que llueve y hace frío, y por tanto, aunque junio está bien adelantado, hemos seguido con los calcetines y con las chaquetas para la mañana y la tarde.
Ayer el día amaneció soleado, pero un vientecillo frío estropeaba la sensación. Hoy no hay viento y hemos colgado la ropa de la casa fuera, por primera vez en muchos meses. 
Y aquí está, en el olor de las sábanas cuando las recoges, que no tiene nada que ver con el olor del suavizante, que es el olor del sol y del calor y que hace que quieras arrebujarte entre la ropa recién descolgada del tendedero.
Cuando ya tienes unos años, el verano ya no es aventura ni posibilidades infinitas, sino solo un periodo en el que se afloja un poco la estricta disciplina de la vida en invierno: llegar al trabajo de noche y volver a casa de noche, cinco de la tarde anochecida.... El tiempo volando entre fin de semana y fin de semana.
Ahora llega un tiempo largo, que se demora cada tarde en rojizas puestas de sol y, especialmente en junio, las mañanas se eternizan llenas del olor de la madreselva y la lavanda. Cuesta acostarse suficientemente pronto para madrugar e ir cómodamente a trabajar. Hay fiestas, algunas bastantes salvajes, y también cierto enaltecimiento del mal gusto. Pero viejos y jóvenes, guapos y feos cargan más levemente con su cuerpo e incluso las almas encuentran un lugar bajo el sol y las estrellas.

sábado, 28 de mayo de 2011

La vida en un semáforo

En medio del tráfico de un sábado de mayo, en el cruce de José Abascal con Castellana, dos chicos se ponen enfrente de los coches y realizan una representación mágica, en la que los gestos y los movimientos y una bola de cristal transparente nos transportan a otra dimensión más amable.
Después, el semáforo se abre y los dos personajes desaparecen y los conductores de los coches apenas pueden responder a esos instantes de tiempo suspendido con unas pocas monedas que ayuden a esas perdonas luminosas.
"Lo hacen por amor al arte", dice P. para consolarme de mi falta de reflejos para buscar esas monedas. No, lo hacen para vivir, para ganarse la vida de este modo nada fácil, a salto de mata.
Los tiempos son difíciles, hay mucha gente haciendo trabajos penosos, duros, o cobrando poco, mal y nunca. Pero en los ojos de estas dos personas había una luz distinta, que jugaba con la de la pequeña bola de cristal. Puedes ganarte el pan con el sudor de tu frente, pero esos tipos del semáforo transmitían su luz a los que miraban y el aire se detenía mientras el semáforo cambiaba a verde.

lunes, 16 de mayo de 2011

Gente mayor y transparente

Envejecer, como ya he dicho algunas veces, no equivale necesariamente a adquirir dignidad. Desde luego, tampoco cumplir años ayuda mucho generalmente a conseguir un mejor aspecto.
Aun así, hay personas, en especial mujeres, que con los años adquieren una fragilidad y un aspecto transparente que las hace merecedoras de una ternura especial, diferente a la que despierta, por ejemplo, la infancia.
Puede deberse al cabello blanco y "espumoso" o quizás al tinte especial de la piel de estos mayores, pero sobre todo, es la sensación de liviandad del esqueleto entero, esa mezcla de inestabilidad de volatilidad, de ausencia de peso y de fuerza sobre el suelo.Así he visto yo a Ana María Matute estas semanas pasadas en las celebraciones de su premio Cervantes: blanca, trasparente, flotando en su silla de ruedas. De esta autora tenía sólo el recuerdo de su gran obra Olvidado rey Gudú, que consiguió atraparme a pesar de mi resistencia a la narración fantástica, a los cuentos. A raíz de este premio he leído Aranmanoth, que para mi es el heredero de los cuentos tal y como se contaban antes, cuando todavía había tiempo para esas cosas. Junto con otras obras muy diversas tengo otra obra suya, La torre vigía, que estoy leyendo a salto de mata, entre lecturas técnicas y otras novelas.
La Matute es de una especie de mujeres que ya no se fabrica, pero además es el exponente de un tiempo en que imaginar, leer, escribir, eran parte de nuestra vida mucho más que lo son ahora.
Recuerdo los cuentos que inventaba mi madre o los que incluso escribía mi hermana a mis sobrinos (La "a" perdida era uno contaba la imposibilidad de nombras las cosas más comunes y hermosas debido a la pérdida de dicha vocal); incluso recuerdo algunas sagas inventadas por mi para entretener a mi prima...
Pero no era yo, seguro, esa que usaba su tiempo para divertir a alguien o que dedicaba a sus amigos gran parte de su día y casi todos sus pensamientos. Hoy no tengo una sonrisa ni para los muy amados, y el tiempo es una cosa helada que trascurre con velocidad demoníaca. Leer es la mayor parte de las veces un ejercicio disciplinario no apetecido y escribir es un tormento, el tormento de la palabra huida y el término no hallado y sobre todo de la frase que se queda en suspenso, rompiendo la rotunda redondez de la lógica del discurso.
A veces se diría que esta vida no es una vida digna de tal nombre, sino un ejercicio de esfuerzo baldío "el inútil combate". Pero también a veces la idea y el corazón se juntan y se inventan una realidad más real y más plena que la del mundo real. Y entonces vuelve a ser una hermosa historia.

jueves, 21 de abril de 2011

Sigo aquí y se acerca el día del libro

Desde que no he vuelto por este blog, muchos libros se han cruzado en mi camino. Además, ya estamos cerca de otra conmemoración más del día del libro, el 23 de abril, día de la muerte de Cervantes, de Shakespeare y del Inca Garcilaso de la Vega, que este año además es Sábado Santo y queda un tanto desvaído envuelto en esta lluviosa Semana Santa. Y como corren tiempos duros, este año la fecha está dedicada al derecho de autor.
A mi me gusta el modo catalán de celebrar esta fecha regalando rosas y libros y siempre me acuerdo de la canción de Serrat, Els vells amants:

I per Sant Jordi ell li compra una rosa
embolicada amb paper de plata
I per Sant Jordi ell li compra una rosa
mai no ha oblidat aquesta data...

Pero ahora, primero quiero hablar del último libro de Asa Larson, La senda obscura, que para mí es el más redondo de los tres que he leído de esta autora sueca de novela negra. Aunque aparecen sus dos personajes de las anteriores entregas, la policía Ana María Mella y la atormentada abogada Rebecka Martinsson, los verdaderos personajes son aquí los aristocráticos hermanos Watttrang y su amigo de la infancia, que se traen entre manos negocios lo bastante turbios para producir la muerte de Inna Wattrang y para llevar al sorprendente desenlace final. Aunque hay que afirma que se trata de una novela desigual, cuyo ritmo es interrumpido a menudo con regresos al pasado, a mi me parece una novela mejor que las anteriores y que supera un poco el prejuicio de la religiosidad nórdica extrema.
Después he leído un libro inesperado de un autor que no conocía, Todo eso que tanto nos gusta, de Pedro Zarraluki. Podría definirse como una novela de sentimientos, que no quiere decir sentimental, sino que quiere decir que no se trata de una novela de acción, aunque si que ocurren cosas, sino que el acento está puesto en los sentimientos entre un padre algo decrépito y su hijo, y una madre también muy particular. Y viene a decir que ser viejo no es estar muerto y que también se puede trabajar y gozar después de la jubilación. Y el lugar en el que se desarrolla también ayuda, se trata de un pueblo del Ampurdán, que da vida a hermosos personajes como la criadora ciega de rosas Paquita y su frase magistral "¡Qué trabajen los motores!"
El último que he leído es Riña de gatos de Eduardo Mendoza, que para mi hace mucho que no está a la altura de sus irreverentes primeras novelas. En esta recobra algo de esta al narrar los meses previos al golpe militar del 36 en Madrid, con un ambiente revuelto por las algaradas de los falangistas y de la extrema izquierda. La óptica del personaje principal, un inglés ingenuo y algo tontaina, crítico de arte y apasionado por la obra de Velázquez, convierte alguno de los dramas de la época en una especie de pantomima o en una reducción al absurdo de los personajes más importantes de la época.
En fin, hoy y siempre, libros. Y el día 27,  leemos en público y en voz alta

domingo, 3 de abril de 2011

Sobre la tolerancia

He nacido en un país y en una época en que la mención más frecuente a la tolerancia era la temible expresión "santa intolerancia", es decir que era un concepto muy poco apreciado, porque solo se hablaba de su opuesto.
Tanto es así, que todos tenemos cierta desconfianza de la palabreja y nos parece algo un poco blando y desde luego indicador de cierta debilidad.
Pero mi madre hablaba siempre de la tolerancia como de una virtud de ciudadanos y, lo que es más y mejor, de personas enteras y verdaderas. Y lo decía en ese medio ambiente poco propicio, lo cual tenía su mérito, indudablemente. 
Y el tiempo pasa y seguimos siendo un país de intolerantes, y además las personas siguen apreciando más la intolerancia que la tolerancia, y de acuerdo con esto, sólo cuenta la opinión propia, la verdad propia; y con todo este tráfago, lo primero que se pierde es inteligencia y conocimiento, porque ambos nacen de la suma y no de la resta, de saberes y voluntades.
Ahora que hay crisis, mucho más. Y sin embargo sería momento de ser tolerantes y de oír y entender al que no piensa como nosotros, para intentar encontrar soluciones entre todos a los grandes problemas que nos afligen. Incluso desde el punto de vista de nuestra estabilidad psicológica, aprender a evitar el estrés y conflictividad que nos ocasionan las personas que no opinan como nosotros podría ayudarnos a crecer enormemente. Nos ayudaría a asumir lo que somos mucho mejor.
Mi madre jamás decía nada que pudiera contradecir las creencias un tanto extremas de mi padre, nada salvo esta llamada permanente a la tolerancia que era más subversiva que cualquier llamada a la revolución. Y me alegro de haberle oído ese discurso y de que aún sea importante para mi ese término. Gracias.

domingo, 20 de febrero de 2011

Dónde buscarme si me pierdo

No sé si os he contado que soy adicta a los mensajes de desaparecidos que se emiten en Radio 3 a las 7 de la mañana. Entendedme, se trata de pequeños dramas, de desapariciones todavía de la Guerra Civil, o de emigrados que nunca más volvieron, o de desapariciones en el medio rural. 
Tampoco os he dicho que muchas veces en mi vida, más antes que ahora, he coqueteado con desaparecer, con irme y no volver. 
Ahora que he visto "desaparecer" a muchos y que la perspectiva no me resulta del todo extraña, no suelo soñar más con ello.
Pero hay un alcornoque en la dehesa de mi pueblo que despierta en mi temperamento poco inclinado a ello una tendencia a la contemplación y a la unión con la naturaleza. Hace ya tres inviernos que perdió una enorme rama, y que lo sometieron a un tratamiento terapéutico con una pintura color verde. La rama caída es un magnífico asiento para mi y para Coco, mientras Corso corretea tras los conejos.
Ahí terminan ahora nuestros paseos y desde ahí volvemos a casa. A través de la herida de su corteza se cuela el sol cuando lo hay y a sus pies, entre sus raíces, se forma un pequeño charco en el que flotan hierbas.
Este sitio me relaja y aunque truene o llueva siempre intento llegar hasta este alcornoque, uno de los tres que conozco en la dehesa, que antaño se supone que estuvo plagada de ellos. Pero es más conocido y más fotografiado uno que crece cerca de la cerca que la delimita, que brota heroicamente de entre unas rocas y cuyo tamaño es mayor, con un tronco triple.

Subiendo al monte hay otro alcornoque pequeño que me encanta, pero no es un lugar para sentarse porque está entre una maraña de encinas y otros arbustos, aunque siempre que subo suelo saludarlo...
Si, ya lo sé, hablar a los árboles es un poco raro, pero yo les hablo y desde luego a los animales, Coco y Corso son a veces más comprensivos que muchos humanos. Admito mi rareza y la asumo

Estos días he leído dos novelas La secta de los egoistas, de Eric-Emmanuel Schmitt y Tea Bag, de Henning Mankell. En la primera lo más reseñable es que el usuario descubre la existencia de esta secta en la Biblioteca Nacional Francesa y el análisis extremo al que somete el autor la filosofía de los egoístas, que incluye una paradoja letal. La novela de Mankell habla de tres mujeres inmigrantes que han llegado a Suecia tras un largo camino de sufrimiento, pero en la obra está demasiado presente la mala conciencia de los habitantes del tercer mundo y el sentimiento de que no saben como abordar su trato con el otro mundo tercero. Me gustó mucho más Ulises from Bagdad en la que el humor favorecía un punto vista menos occidental.
---ooOoo---


domingo, 13 de febrero de 2011

Dicen que la nostalgia ya no es lo que era

Va ser la edad, que se presta a estos ejercicios de nostalgia, pero no puedo dejar de transcribirle a Biatricita sus poemas del año 77, aunque es imposible transmitir también las circunstancias, su hermosa letra de trazo tenue y ligeros lazos. Ni quienes éramos entonces ella o yo. Pero igual se lo debo y lo voy a transcribir de manera precisa, tal como ella lo grabó en mi libreta y en mi memoria huidiza. Son dos " poes", una antigua y otra nueva, según su propia terminología:

una poe antigua:
                        al G.V.

Ya solo te siento en los sueños pobres 
de lo escrito

una poe nueva:     a Marina
Yo sueño querer lo que siento
y tocar la tarde amarilla;
con la palabra bajita,
que ni yo la vea.
Silencio.
Soy inútil y soy mi propia estación

Sigo pensando que a pesar muchos rasgos adolescentes y una cierta negrura impostada por los tiempos tan cutres vividos, eran poesías con cierta belleza. O quizás es solo que a mi me gustan, y me traen recuerdos de otro tiempo lleno de futuro.
Junto a estas poesías hay otro poema escrito por Rafael, del cual solo recuerdo que era amigo de nuestro amigo común Joaquín y que estaba haciendo el servicio militar (esto se deduce también del propio texto del poema). Creo que lo escribió en la casa de Joaquín, en el Palo, cerca de la playa...
Era el dominio de la amistad, con mucho tiempo libre y muchos sueños por compartir, y probablemente con mucha tontería, pero aún así se añoran esos años en los que quedaba tanta incógnitas por desvelar.
Luego, la vida las va desvelando y, la verdad, no era para tanto.

lunes, 7 de febrero de 2011

Poemas sin nombre rescatados del silencio

Estos poemas los leí a principio del año 1977, creo que un libro de la Biblioteca de Filosofía de Málaga, que estaba entonces en el Colegio de San Agustín, un edificio muy hermoso con un patio central porticado. Están copiados en una de mis libretas de entonces, donde se mezclan amores inventados y sufrimientos post-adolescentes diversos, junto con información de cursos por todo el mundo y sobre libros que quería leer o que me regalaran.
Como suele ocurrirme con muchos poemas, a lo largo de todos estos años he recordado de memoria algunos fragmentos, pero desafortunadamente no sucedía lo mismo con el nombre del autor completo y tampoco me valió la estrategia de escribir algún verso en la web y lanzar una búsqueda, puesto que a pesar de ser considerado el mejor poeta gallego vivo, no aparecen apenas obras suyas en la red. Por tanto, he tenido que recurrir a las viejas libretas; y allí, entre las cartas de mi madre, billetes de tren antiguos y miles de poemas míos ligeramente tremendistas, he encontrado el nombre de su autor, Farruco Sesto Novás. Así ya he podido encontrar noticias sobre su vida. Es arquitecto, emigró a Venezuela en 1964, pero lo que más me llama la atención es que en estos momentos es ministro, creo que de Reconstrucción Urbana, en el gobierno de Chavez.
Al parecer se trata de un hombre ligado desde siempre a la izquierda, recuerdo que este poema que para mi era un poema de amor, se interpretaba entonces (era esos años), como un canto a la revolución. Estoy convencida de que estábamos tan acostumbrados a leer entre líneas que a menudo leíamos lo que no estaba. Esa costumbre nos ha debido hacer bastante daño.
Sin más os transcribo el primer poema, que no sé como se llama y que seguro contiene errores ortográficos, el gallego que yo sé es de entonces, de cuando estudiaba lingüística románica como si se tratara de un hermoso juego de construir palabras...
Disfrutadlo

Cando te atope ao fim, seréi un vasto dormidorio de sucre
Espido enriba tua, desbravado
haberei xa esqueucido as pouquedades,
as caixas de medir e a carteira.
Cando te atope, presa sen retorno
seréi doce por fin, xeitoso e maino
seréi un longo eiral de mansedume.
Ateigado de lumes silandeiros.
Fareite por lo corpo sin descanso,
viaxes adivertidos e solenes.
Ti aberxerás a modo as mias verbas
de vidro no alento
Soterraréi no peito teu per sempre
a maquina do pranto.
O paxaro da lús vira connosco.
Cando te atope ao fim, cando me atopes,
haberemos dexaido atras os dias
co corazon acedo.
Mais por se ascaso a sal sigue aceixando,
hei de ter contra a sal listo o cortelo


El segundo es este:
Quero informar de como
de cotío
voume da pedra ao fogo
sin regreso
Ao beber nos teus ollos
quero informar
Quero informar que ao camiñar
dos dias
os pés fánseme alleos e os atopo
trocados nunha mesta moitedume
Ao acenderte os peitos
quero informar
Quero informar que unha ledicia dura,
indócile e molesta
demuda os meus proiectos de tristura.
Ao penetrar en ti
quero informar
Que unha euxoita guerra vense envoltas as miñas timidas canciós
descontra un vellolidro murmuleiro
Ao escoarme en ti
quero informar
                      Farruco Sesto Novás

lunes, 24 de enero de 2011

La tierra como principio y final

He terminado A un dios desconocido y quiero levantar acta de las sensaciones que ha despertado en mí, que son bastante variadas. En primer lugar hay una idea que subyace a lo largo de toda la historia, la de que las iglesias convencionales, católicas, protestantes, etc, no soportan muy bien la competencia con otras creencias menos estructuradas y más naturales, a las que ven como una amenaza. Estoy totalmente de acuerdo con Steinbeck y además añadiría que estas religiones convencionales parece que se reafirman en la confrontación, que viven de ella.
Al margen de ideas, en esta novela hay muchas intuiciones y muchas creencias no tan fáciles de aceptar o comprender, pero que tienen un enorme peso en la historia de las personas. Esa creencia en la tierra como madre, aunque a veces sea una madre terrible, está detrás del mito griego de Gea o Gaia, hoy usado como emblema por los ecologistas. Pero es una vivencia de infinidad de seres humanos, no solo los que viven pegados a ella como agricultores o ganaderos, sino muchos montañeros, excursionistas o amantes en general de la naturaleza. 
Es difícil expresar estos sentimientos de unión a la tierra y a la naturaleza sin caer en un misticismo que para un observador neutral tiene algo de exagerado y hasta ridículo; esto sucede a veces a lo largo de la narración de esta obra, generalmente en los momentos más cargados de fuerza dramática.
Pero a cambio, hay indudables aciertos en el tratamiento de lo cotidiano, de la vida diaria en la naturaleza y de la convivencia, aunque sea interesada, con los animales. La propia tierra, que pasa de una situación triunfal de abundancia a un estado de sequedad y desertización total, o los árboles, en concreto el árbol protector que representa al padre, están expresados con mucha belleza. Este sentimiento de comunidad con los árboles me es muy cercano y es hoy muy común, en Facebook hay un hermoso grupo: A mi también me gusta abrazar árboles
Por último, comentar que los ritos de sacrificios ofrecidos a la tierra me parecen un fruto de la crueldad humana, que de alguna manera se quiere atribuir a la naturaleza, quizás con el afán de entenderla.

jueves, 20 de enero de 2011

El tiempo de los emperadores extraños y el arte de titular

Ya hace algunos días que terminé la novela de mi último escritor recién descubierto, Ignacio del Valle. Es una policíaca del obscuro personaje Arturo Andrade, medio espía medio policía... En este caso la novela se desarrolla en Rusia, donde la llamada División Azul, en acuartelamiento próximo a Leningrado, en fechas cercanas al sitio de esta ciudad, sufre varios crímenes de horrible escenografía, parece que relacionados con los ritos masónicos de castigo a los traidores que descubren sus secretos. 
La novela es entretenida, aunque hay mucha batalla y violencia, pero dos cosas son para mi lo mejor del conjunto: una es la elección del título que alude a dos leyendas, la del emperador que paseaba desnudo pensando que lucía un hermoso traje y al nacimiento de una nueva era en el modo de vivir de la violencia,  fríamente y sin motivo.
Este autor crea muy buenos títulos, como le ocurría a Ítalo Calvino entre cuyas obras destacan Último llega el cuervo (No me gusta la traducción española Por último, el cuervo) o Si una noche de invierno un viajero o el sendero de los nidos de araña. Los títulos de Ignacio del Valle, De donde vienen las olas, por ejemplo, o Cómo el amor no transformó el mundo, incluyen un mundo de sugerencias y son atractivos y enérgicos.
Otro aspecto que valoro es el diseño del personaje de Arturo Andrade, sufiecientemente complejo como para ser una persona, débil y cobarde a veces (su traición en Badajoz a los republicanos es de una cobardía épica) y a veces de una audacia increible; reflexivo e impulsivo y plagado de fantasmas en su relaciones con las mujeres (estás para mi están peor pintadas). También es un maestro plasmando las situaciones extremas de la guerra, el hambre, el frío o la falta de amor. 
Me quedan por leer de este autor las dos novelas arriba nombradas y El abrazo del boxeador, pero creo que me voy a dar un descanso, estoy terminando de leer De que hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami, libro autobiográfico sobre su iniciación en la escritura y en los maratones, que parafrasea el famoso título de Raymond Carver De que hablamos cuando hablamos del amor, que por cierto aún no he leído.
A la espera está A un dios desconocido, de John Steinbeck, que habla de ritos paganos y de un árbol protector talado. También promete hermosas horas lectoras, al resguardo de esta tristeza cenicienta que traen estos días.

viernes, 14 de enero de 2011

Después de la lluvia

Ha estado lloviendo un tiempo que siempre parece eterno. Hoy parece que ha salido sol. Cuando volvía a casa la tarde caía y un nimbo escarlata rodeaba montañas y cielo. Por qué siempre la lluvia parece eterna y en cambio del sol se cansa uno menos, es un tema muy viejo y que responde a aspectos que nos cuesta definir.
Yo, con esta tarde rojiza que anuncia el buen tiempo, aunque todavía quedan muchas tardes cerradas como el alma de los malvados, siempre me acuerdo de los que ya no están y no las pueden ver y ni siquiera pueden equivocarse ni cometer terribles faltas de ortografía, y sobre todo, de todos los que añoramos a alguien y pensamos en lo que puede ser no ser y que alguien te eche de menos. No son pensamientos morbosos en absoluto, se trata de un entrenamiento fácil, mucho más fácil que pensar en la desaparición de aquellos con los que respiras al unísono, eso siempre me hace llorar y me parece imposible de soportar.
A P. le ha pasado, su compañero se ha ido en una madrugada desastrosa y ella está ahora luchando por recomponerse a si misma, juntar sus pedazos y seguir caminando. Siempre cuesta un milagro volver a andar, pero al final se termina avanzando, mirando los montes llenos de la luz del atardecer por los dos. Ya para siempre cuatro ojos, los tuyos y los suyos, y los sueños dentro.
Decir que te queremos ayudar es tontería, solo tú te levantarás con C. de la mano, y dentro de unos años será una historia muy hermosa que ya no dolerá.
Mientras respiremos, y quizás después si alguien nos recuerda, siempre estará el sol ahí.

domingo, 2 de enero de 2011

Por qué se escribe o por qué no escribimos

Hoy el "colorín" de El País trae las respuestas de muchos escritores a la pregunta de ¿Por qué escribe? Como alguno reseña, es una pregunta que se presta a respuestas ingeniosas, que generalmente suelen ser verdades a medias.
Los más sinceros dicen que porque les gusta y porque no saben hacer otra cosa, hasta alguno hace una prolija relación de aquellas cosas que no sabe hacer y que son la causa de que escriba. Se trata de una pregunta tópica y claro está, las repuestas lo son también un poco.
A mi me interesa saber que algún escritor considera la escritura como una consecuencia lógica de la lectura o que alguno escribe los libros que les gustaría leer... Pero más aún me interesa saber por qué no escribimos, en un doble sentido social e individual.
Desde el punto de vista social, no escribimos, no sabemos expresarnos mediante la escritura, no digamos ya sentimientos complejos o pensamientos profundos, no sabemos explicar lo que ocurre ni narrar debidamente una historia, e incluso nos cuesta explicar algunos conceptos menos simples de nuestro quehacer profesional. No sé si, como apuntaba mi padre, se debe a la falta de presencia de lo escrito en nuestra educación o a lo peor es la ausencia del pensamiento en la educación; la instrucción y el adoctrinamiento no son educación y sin embargo en todos los tiempos han ocupado gran parte del programa educativo. Sea cual sea la causa, es un inconveniente importante en nuestra sociedad, y se deriva de él dos consecuencias opuestas: por un lado el enaltecimiento excesivo de quien sabe expresarse medianamente y por otro el desprecio del que escribe y de la lectura...
En lo individual, si cuando nuestras potencias están en su apogeo no las usamos, el arte o la habilidad no se desarrollan; muchos jóvenes que disfrutan de la escritura y que consiguen resultados potables dejan de ejercitarse en el trabajo sin final de escribir y de este modo se muere una veta que les podría producir una gran satisfacción.
Como tantas cosas, la escritura es un músculo, y precisa del ejercicio constante; la falta de este produce la peor sarcopenia, la que impide expresar lo que queremos y nos amputa razón y sentimientos escritos.
Ignacio del Valle, el escritor de El arte de matar dragones, escrito creo que en 2003, ha ido desarrollando músculo, la obra Los demonios de Berlín, del 2009 tiene más carne y más sangre. Aun así, he leído con ganas esta trama del Madrid de postguerra (me ha recordado a Winter in Madrid) y la intriga entre la pintura y la evacuación de El Prado, la iperita y el famoso Oro de Moscú. Pero aunque lo había pedido yo, me equivoqué, porque en realidad yo quería leer antes El tiempo de los emperadores extraños, que está ambientada en el cerco de Stalingrado (como La Aguja dorada, de Montse Roig). No importa, leer siempre merece la pena, la semana que viene leeré El tiempo... Aunque llegue luego el olvido (el normal o el del Alzheimer), la lectura es más vidas sumadas a la vida. Este año, más lectura, más vida