martes, 14 de septiembre de 2010

La sabiduría romana

Ahora que está todo agostado por el duro verano extremeño, llegar a un altozano por un camino amarillo de hierba segada y bordeado de obscuros cipreses verdes y encontrar al final de éste una casa rural romana pintada de rojo pompeyano y con ocho columnas blancas ha sido para nosotros no solo una sorpresa, sino la alegría de llegar a un refugio, después de algunas noches en campings más o menos acogedores. Sobre la puerta, un mosaico con el  nombre La Quinta del Triario, y firmado por Lupi Prati (que me recuerda que fue hecho por MJ., la hermana de mi amiga C.), cerca de la casa un olivo y unas escaleras de tierra que bajan hacia una apetecible piscina.
Vista desde la piscina
Casi en última instancia decidimos probar suerte con esta casa rural, de la que me habló C. asegurándome que admitía perros. Pero claro, siempre que dicen que admiten perros se refieren a yorkshires y otras razas de bolsillo, no a perros del tamaño de Corso. 
La casa está montada como un homenaje a las fincas de recreo romanas y los números de las habitaciones van seguidas de el nombre de una legión romana (la nuestra era la X, que tiene diversos nombres, como se puede ver en la Wikipedia). Al margen de esta belicosa referencia, el resto de la casa es más pacífico, con un hermoso pórtico en el que los desayunos te reconcilian con la vida, un atrium y un peristilo, en todos ellos hay plantas y hermosas reproducciones de obras de arte romanas.
Los dueños de la casa viven en el ala izquierda de la casa y son unos magníficos anfitriones, con una presencia discreta y con una disposición a orientar a los huéspedes que les hace trazarles unas directrices para moverse por Mérida, una ciudad plagada de monumentos y de turistas y que tiene obras de arte desperdigadas por todo su suelo, integradas plenamente con la vida de la ciudad.
Entrada
En Mérida todo es ajetreo, y acudir a visitarla con dos perros (uno grande y uno chico) ha sido una temeridad gozosa: nos hemos repartido monumentos y vigilancia de perros, y los canes han estado a la altura de lo que se pedía de ellos, incluso el buscabocas de C., nuestro yorkshire. Tras esa tarea que resulta agotadora con el ardiente sol de esta tierra en estas fechas, el bañarse por turnos en la piscina o el salir por las noches al porche a ver las estrellas ha hecho nuestra estancia muy agradable y yo personalmente sueño con volver y ver pasar las estaciones por esa preciosa casa.
En Collado Mediano, el pueblo de Madrid en que vivimos, hay un yacimiento romano, el Miaccum, si no me equivoco una especie de posada, que contaba con caballerizas y termas, además de calzada romana. pero como suele ocurrir con lo más próximo, no hemos visitado el yacimiento, sino solo hemos entrevisto las piedras y el trazado de las habitaciones a través del vallado inicial. Ahora cuenta con un Centro de Interpretación cerrado, pero nuestra secular falta de tiempo ha hecho que no lo hayamos podido visitar aún.
De cualquier modo, la Quinta del Triario es más acogedora y está muy bien llevada, sin que debamos esperar encontrar una ortodoxa reproducción de una casa romana, sino más bien el estilo práctico de estos ingenieros y vividores que fueron los romanos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Ahora que ya hemos vuelto

Han pasado solo diez días desde que comenzamos la vida nómada P. y yo y los dos perros C. y C. Hemos estado en bastantes sitios y casi hemos trazado un cuadrado, de Madrid hacia el sur: comenzamos con las Lagunas de Ruidera en Ossa de Montiel en Albacete, después fuimos a Torrox en Málaga, sólo para hacer noche, y de ahí al camping de los Arcornocales, en Jimena de la Frontera, entre Cádiz y Málaga. En este parque paseamos por el río Hozgarganta, subimos al Castillo y su torre del homenaje en Jimena, y otro día subimos hacia la increíble Ronda, ciudad colgada de un escenario agreste, pero llena de belleza, ni P.ni yo la conocíamos, pero es realmente magnífica.
De ahí salimos hacia Huelva por carreteras secundarias, viendo hermosos pueblos como Algar, El Bosque o San  Miguel del Valle y gracias a las encerronas de nuestro navegador Tom Tom, pudimos disfrutar de la presa de los hurones y además padecer la falta de civismo de los excursionistas que abandonan en esos preciosos parajes sus bolsas de basuras.
Tampoco conocíamos Huelva, ni la playa de la Bota, una playa paradigmática de arena dorada, enorme anchura y mareas que depositan sus tesoros cada día; pero no hubo mucha suerte esta vez, el camping no nos gustó, ni a pesar de lo que se decía en Internet, la Playa de la Bota era el lugar apropiado para los dueños de perros, así que tras una noche de dudas y alguna deliberación, cambiamos Hervás por Mérida, en una casa rural romana llamada La quinta del Triario, de la que hablaré largo y tendido en otro post.
En este lugar hemos pasado tres noches en las que hemos vuelto a ver las estrellas y la Via Láctea y tres días en los que hemos recorrido la ciudad sembrada de historia y de obras duraderas (acueductos, termas, palestras, teatros, hermosas casas) y museos. Ha sido un re-descubrimiento, y aunque no es la ciudad ideal para recorrer con perros, P. y yo lo hemos organizado bastante bien.
No quiero olvidarme de Fregenal de la Sierra, un precioso pueblo con huellas templarias y con una hermosura especial; se trata de la tierra de origen de mi amiga C., es decir de los Lupi Prati.
En resumen, tras muchos kilómetros y muchas fotos (alrededor de 2000), guardamos una infinidad de recuerdos en nuestra retina, que duraran  mientras duremos nosotros. Mejor, quizás mañana lo olvidemos todo, pero hoy son hermosos sueños.    

martes, 7 de septiembre de 2010

Estrellas y lagunas

Lo mejor de Riduera, dice P., son las estrellas, que aquí en la estepa manchega se ven como en televisión.
Y es verdad, tanto el sábado como el domingo hemos visto la Vía Láctea, esa nube lechosa de estrellas, en el negro cielo del camping. Ese camping que ha sido una experiencia ambivalente, por un lado un camping masificado, lleno de niños amantes de los perros y con mucho ruido por las noches y con unos servicios no demasiado buenos para tanta gente; y por otra el fluir de dos arroyos, uno de ellos al lado de nuestra tienda, el canto de los pájaros y las ardillas saltando de árbol en árbol sobre nuestras cabezas. Esto, sumado a lo duro que es dormir sobre el duro suelo a partir de ciertas edades...
Igualmente ambivalente es la experiencia de las propias lagunas, se trata de un turismo muy, muy especial, entre familiar, marchoso y deportivo. La belleza de éstas no la pueden eclipsar ni los desmanes de las constructoras (muchos y muy flagrantes), ni las hordas de familias que se ubican en cualquier rincón con todos loa estigmas de la civilización (teles no hemos visto, pero casi todo lo demás, si). Yo recordaba unos días pasados con mis compañeros de INEF en la orilla opuesta a un balneario de una popular laguna (podía ser quizás La Salvadora, no lo recuerdo con exactitud) y aquello había sido una experiencia más cercana a la naturaleza, con acampada, cocinando carne y embutidos a la brasa, siempre con romero y con las tablas de windsurfing, aunque con poco viento. Recuerdo haber recorrido la laguna entera sólo con la tabla sin vela, tumbada sobre ella y remando con los brazos. También recuerdo que , como ahora, pero menos, había todas las mañanas una capa de grasa y suciedad humana, que ni entonces ni ahora impedía ser felices a los patos.
Esta vez hemos aprendido el nombre de algunas lagunas, la de El hundimiento,la Redondilla, cerca de la cual está el camping, y sobre todo, la Laguna Blanca, la última de las lagunas altas, que están menos explotadas y cuyo fondo es de una arena blanca y fina, y a la que es muy difícil acceder.
Este es otro elemento negativo de este parque, todo está muy mal indicado y los servicios son pobres y discontinuos. Las lagunas no están siendo protegidas debidamente, pero además la desinformación no está limitando las tropelías, sino más bien favoreciéndolas.
P. dice  que no ha visto más fauna que campistas  rapacesalboratodores, yo le recuerdo los patos, las  rapaces, las ardillas. Claro que las expectativas de jabalíes y aves diversas se hacía difícil este fin de semana de algarabía.
Después de éste, el lunes salimos de un camping desolado, con cierto aire decadente de fin de verano. Vamos al mar, al sur, y en la tarde del lunes me baño en Torrox en unas aguas no muy limpias, con la playa llena de madrileños o de españoles. Solo estamos de paso, vamos hacia otros lugares en busca de recuerdos, de sueños para grabar en nuestros ojos.