viernes, 20 de junio de 2008

Al principio no hubo, luego hubo


B. deja la BN. La cosa suena simétrica pero por dentro da pena. Yo ya he dicho en otra parte que la BN, esa vieja señora, es un poco madrastrona. Pero todos exageramos, como dice M. un trabajo es un trabajo, y no hay que exagerar. Pero a B. la queremos, además de que tiene blog, y aunque no la perdamos del todo de vista, preferiríamos tenerla más cerca, tomar con ella algún café (o un té en su tetera eléctrica) e incluso oír algunas de sus afirmaciones tajantes o sus juicios rotundos. Definitivamente echaremos de menos que nos ponga música una mañana gris, o que critique a los poderosos con tanta sinceridad como afán de solucionar problemas.
El título de este post es una fórmula de inicio de las narraciones que aparece en mi última lectura El rojo de las flores, que comento en Macondo. Que por cierto se queda sin su madre generadora B. Supongo que crearas otro en tu nuevo lugar de trabajo y te veo dentro de unos años con un emporio de Macondos por toda la geografía de las bibliotecas madrileñas, cuando yo ya sea una brujitecaria jubilada.
Seguro que donde vayas harás mejorar tu entorno y que aunque al principio no haya, luego habrá. Yo espero y deseo lo mejor para ti, nuestra protobloguera. Y gracias por mi BSO, me encanta.

Piel dura y corazón tierno

Tengo mis propias leyendas sobre las grandes ciudades. Solo conozco algunas directamente (Madrid, París, Aten as o Roma) y algunas no muy profundamente, pero aquellas cuyas calles no he pisado (Nueva York, Londres, Tokio, y un largo etcétera), contribuyen también a esa leyenda privada. Como todas esas intuiciones que no tienen que ver mucho con la racionalidad sino más bien con las ideas preconcebidas y no empíricamente comprobadas, me da un poco de miedo y otro de vergüenza exponerlas a la opinión pública, pero al mismo tiempo tengo la tentación de confrontarlas con otras opiniones y debatirlas. Hace poco hemos hablado en el trabajo en la comida sobre estos temas, y algunos amigos coincidieron conmigo, así que allí van mis teorías no científicamente comprobadas.
La piel, la superficie de la vida de las grandes ciudades es dura y bronca, con un día a día muy incómodo para todos los ciudadanos que la habitan: el tráfico, las prisas, los malos transportes públicos, la inseguridad, el cabreo habitual y generalizado produce un sentimiento de aspereza e inquietud que nos afecta a todos.
Pero luego, esporádicamente y a veces cuando suceden tremendos dramas más o menos colectivos, florece en lo profundo de las ciudades un espíritu solidario y amable, un sentimiento de comunidad intenso que las hace respirar como un organismo vivo unido.
Este corazón tierno, desgraciadamente, no nos libra de la aspereza de la vida cotidiana, pero al menos nos hace soñar que es posible otra vida en las ciudades. Y la habrá.

Ya se acaba

Las vacaciones se van acabando. Yo tengo la mala costumbre de anticiparme en el tiempo, tanto para las cosas buenas como para las malas. Eso hace que el viernes por la tarde empiece a pensar en la vuelta al trabajo el lunes por la mañana.
Como se acaban, es hora de hacer recuento. He hecho algunas de las cosas que me había propuesto y otras no. Pero he hecho las fundamentales: descansar, estar con gente que quiero y quererme a mi misma. También he tenido que asistir a alguna reunión que no me apetecía, pero que finalmente no han sido tan malas como pensaba, o sobre todo me han dado la satisfacción de hacer lo que debía.
Pero aún quedan 3 días y medio. Intentaré hacer alguna de las muchas cosas que enumeré en una lista al comenzar las vacaciones (se trata de la resaca de un curso de organización del trabajo) y sobre todo espero seguir descansando y disfrutando.
Por eso, estudiaré inglés, me bañaré y tomaré el sol con mi familia, cuidaré mi jardín y leeré y oiré música, es decir viviré, que es lo importante y lo que deseo para todos. Vivid

Tormenta global

Anoche hubo una tormenta en la sierra, pero como tantas cosas, también las tormentas han cambiado radicalmente en los últimos años.
Me explicaré, en Collado Mediano y en los pueblos de la sierra hasta ahora, las tormentas, especialmente las de verano, son tormentas itinerantes, que recorren todo el circo montañoso. Así, lo normal en estas tormentas es que tantos los rayos y truenos como la lluvia (o el granizo, si se tercia), se acerquen y se alejen como rebotando en las montañas.
Pero anoche no fue así, comenzó en progresión, pero luego se mantuvo en el mismo sitio y con la misma intensidad durante más de media hora. Llovía con saña y tronaba continuamente, la luz de los rayos irrumpía constantemente sobre la noche cerrada, con esa luz entre azulada y blanquecina característica.
Aunque siempre me han gustado las tormentas, ayer me produjeron un punto de inquietud. Recordaba a mi madre, que siempre que yo mostraba la alegría salvaje que producen en mi éstas, me recordaba que había gente sin techo o que no pueden ponerse a cubierto. Anoche yo pensaba lo bueno que ha sido para mí tener una madre que se acordara siempre de los que lo pasan mal.
Esta mañana, cuando he salido a pasear con mi perro no me he encontrado demasiados rastros de la tormenta salvo muchas ramas de árboles o de setos arrancadas y un sin fin de rosas caídas, alguna de ellas todavía frescas. Camino del riachuelo a donde vamos nos hemos encontrado a la gorda, que se llama en realidad Dolly y es una perra grande amiga de Corso. Hoy estaba suelta y nos ha acompañado al río y se me ha ocurrido pensar si habrá pasado miedo ayer con la tormenta, porque vive en una parcela con caseta, ella, 2 o tres gatos, dos caballos y unas cuantas gallinas.
Supongo que no, mi perro ayer dormía como un tronco en lo más álgido de la tormenta. Le teme a los petardos y a los fuegos artificiales, pero se ve que las tormentas, aunque sean del calientamiento global y el cambio climático, le traen sin cuidado.

Los argumentos de Paloma

Según había prometido voy a transcribiros las ideas sobre la gramática de Paloma, personaje de la novela La elegancia del erizo:

Yo en cambio creo que la gramática es una vía de acceso a la belleza. Cuando hablas, lees o escribes, sabes muy bien si has hecho una frase bonita, o si estás leyendo una. Eres capaz de reconocer una expresión elegante o un buen estilo. Pero cuando se estudia gramática, se accede a otra dimensión de la belleza de la lengua. Hacer gramática es observar las entrañas de la lengua, ver cómo está hecha por dentro, verla desnuda, por así decirlo. Y eso es lo maravilloso, porque te dices: «Pero ¡qué bonita es por dentro, qué bien formada!», «!Qué sólida, qué ingeniosa, qué rica, qué sutil!». Para mí, sólo saber que hay varias naturalezas de palabras y que hay que conocerlas para poder utilizarlas y para estar al tanto de sus posibles compatibilidades, hace que me sienta como en éxtasis. Me parece, por ejemplo, que no hay nada más bello que la idea básica de la lengua, a saber: que hay nombres y verbos. Sabiendo esto, es como si ya te hubieran enunciado la esencia de todo. Es maravilloso, ¿no? Hay nombres, verbos...

Se trata de una novela interesante, que narra la historia de dos mujeres muy inteligentes que se esconden, Renée y la ya citada Paloma. La autora parece estar de acuerdo con la idea de Mar, que opina que la gente mala suele ser también tonta. No sé si estoy de acuerdo con ella, pero lo que si es cierto que para mi la maldad tiene algo de falta de inteligencia. Y que la mezquindad inherente a la maldad tiene un regusto a simplonería y memez.
Esta novela, como ya señalé está escrita por una francesa de aspecto bibliotecario. En España tenemos una (o más supongo) narradora bibliotecaria, Nuría Amat. De Nuria he leído un libro de cuentos que se llama El ladrón de libros y otras bibliomanías, del cual recuerdo remotamente un "cuento" o relato inundación en el que enumera los vicios y virtudes de las mujeres españolas de su generación. A mi me impresionó, pero no tiene merito: lo veo tan cercano...

Cuarto día de vacaciones

El primero estuvo nublado e hizo bastante frío, a pesar de estar mediado junio, no se sabe si por enfriamiento de la corriente del Golfo o por contrarrestar las teorías del calentamiento global. El segundo ya salió el sol, ese astro este año bastante desconocido y puede estar en el jardín y sentir como el sol me reanima. Como he hecho un curso de aprovechamiento del tiempo y el sol es mi amigo pero demasiado sol produce cáncer, he hecho toda una planificación del ocio: a primera hora, hasta las doce o así, paseo a Corso, respondo correos, tomo sol mientras oigo inglés o leo y nado un poco o por lo menos me muevo en el agua. Cuando el sol esta arriba y pica que no se puede aguantar entro a arreglar cualquiera de las muchas cosas que he ido dejando sin hacer: ordenar libros y apuntes, arreglar una percha de pared que se ha caído, sacar y ordenar ropa...
En fin, cosas no demasiado interesantes para contar, aunque sí para hacer. Ultimamente pienso que la vida es tan corta y que hacemos tantas tonterías, dejando de hacer aquello que de verdad queremos.
Voy a comentar las lecturas de estos meses que no he escrito. He leído una novela Eduardo Mendoza, El asombroso viaje de Pomponio Flato, que narra las correrías de un romano del orden ecuestre, que en busca de la sabiduría y de un agua que al beberla la otorga, vive unas desternillantes aventuras en Nazaret, con un Jesús niño muy ingenuo y con historias tan interesantes como la especulación sobre unos terrenos cercanos al templo. En la gente que lo ha leído hay división de opiniones, a mi me ha parecido un buen entretenimiento.
Otra de las novelas leídas estas semanas atrás ha sido una historia de misterio con recorrido histórico. Se llama La llave maestra y es de un catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Agustín Sánchez Vidal. A P. le ha parecido una novela pretenciosa y tengo que darle la razón cuando pienso que la trama habla de un código genético de la información en forma de laberinto... Casi nada. Pero a mi me ha gustado, son dos historias distantes en el tiempo que se entrecruzan la de Raimundo Randa y Mano de Plata por un lado, que viven en la España de Felipe II y la de Raquel Toledano y David Calderón en la actualidad. Además, en la historia de Raimundo Randa se cruzan Juanelo Turriano, Juan de Herrera, Arias Montano y la construcción del monasterio de El Escorial. Además hay un protagonista mudo, la plaza mayor de la ciudad de Antigua, que para mi también resulta muy atractivo. Bueno, leedla y luego me decís.
A. me ha regalado otra novela magnífica, La elegancia del erizo, segunda obra de una autora francesa que como Amèlie Nothomb tiene pinta de bibliotecaria. Se llama Muriel Barbery y nació en Casablanca (no es mal sitio) y mañana prometo transcribiros un párrafo sobre la gramática que me ha encantado. Os dejo, me reclaman el sol y el agua, ¡lástima que no podáis oler la madreselva!